Se marchó... - 16-febrero-2014
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PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO.-BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO.-BARROCO
No es ninguna novedad decir que ésta es una de las parábolas más conocida, más predicada, más meditada, por su trascendencia para todos nosotros, porque todos nos hemos visto o nos vemos ahora reflejados en ella y acaso rememoremos las veces que hemos acudido en busca de nuestro Padre Dios que sabemos que nos quiere y nos espera para darnos el abrazo del perdón y de la reconciliación, como hizo con el hijo pequeño el padre de la parábola.
Tampoco creo que no es ninguna novedad descubrir que el auténtico personaje de la parábola es el padre, o sea Dios, y de cuál es su actitud paterna (y tal vez también materna, como diré más adelante) al acoger a su hijo y la forma de hacerlo.
LEONELLO SPADA.-BARROCO.-MUSEO DEL LOUVRE
Pienso que cuando Jesucristo la relató le quemaba el deseo de exponer que Dios era y es mucho más que a lo que el pueblo judío estaba acostumbrado con sus normas y preceptos. Deseaba hacerles comprender que, por encima de todo ese conjunto de leyes y costumbres legales, latía el corazón de un Dios-Amor que deseaba hacerse presente en cada uno de los hijos del pueblo que había elegido para encarnarse como uno más entre ellos, y para que tuviesen un corazón de carne y no de piedra, como dijo el profeta Ezequiel: 'Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos, observando y guardando mis leyes'. (Ez. 36, 26-27).
San Lucas la coloca en un contexto de parábolas situando ésta inmediatamente después de las parábolas de la oveja y de la moneda perdidas, dando a entender en ambas, de forma muy clara, la alegría que existe en el cielo cuando un pecador se reconoce como tal y manifiesta su deseo de regenerar su relación con el Padre-Dios.
EL HIJO PRÓDIGO EN UNA TABERNA.-REMBRANDT.-BARROCO
Más alegría aún que la perseverancia de noventa y nueve justos. 'Os aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse'. (Lc. 15, 7).
Con la del hijo pródigo echa el resto. En ella presenta una serie de actitudes del padre, además de las del perdón y el olvido de la trastada de su hijo, por ejemplo, la paciencia en la espera, la fe en su regreso para recuperarlo, la alegría que lo embarga manifestada en el abrazo de acogida y bienvenida y en el festín que organiza para celebrar su vuelta a casa,...No tiene desperdicio alguno esta parábola, ni siquiera vista desde el Arte como iremos viendo, ya que han sido muchos los pintores que se han sentido llamados a inmortalizar con sus pinceles este pasaje evangélico.
Incluso tuvo el detalle Jesús de colocar en ella una figura importante para el mensaje que quería transmitir: la del hermano mayor. El 'oficialmente bueno', pero que con las actitudes que presenta ante su padre y ante su hermano recién llegado, dejan mucho que desear, como veremos después.
Se irán desmenuzando los hechos cronológicamente comentándolos de forma breve para no hacer la entrada demasiado larga, y aun así será necesario poner una segunda entrada debido a los cuadros que la ilustran y sus comentarios, también necesariamente breves y generalizados, en algunos de ellos.
FARISEOS Y PUBLICANOS SENTADOS EN LA SILLA DE MOISÉS.-ALEXANDRE BIDA.-ROMANTICISMO
Pienso que no lo hizo para justificarse, porque no tenía por qué hacerlo, pero comenzó por hacerles ver, por si acaso se daban por aludidos o comprendían sus motivos, las parábolas de la oveja perdida y de la dracma que también perdió una mujer, dejando la del hijo pródigo para el final.
En principio Jesús nos presenta los tres personajes principales, alrededor de los cuales giran los hechos: un hombre tenía dos hijos. Inmediatamente pasa al 'leit motiv': el hijo menor pide a su padre la parte de herencia que le corresponde. Nada dice, aunque de haber sido un hecho real acaso lo hubiera indicado, la extrañeza del padre o los intentos de persuasión que le habría hecho, pero no. Únicamente dice que tras dividir la hacienda al cabo de unos días, el padre le entregó lo que le correspondía. Tras coger el dinero y sus objetos personales, 'partió a una tierra lejana'.
El relato se centra ahora en el hijo menos y sus 'actividades' indicadas de forma muy sucinta, pero muy clara en cuanto a su comprensión: 'allí disipó toda su hacienda viviendo disolutamente'.
EL HIJO MENOR TOMA LA HERENCIA QUE LE CORRESPONDE.-B.E.MURILLO.-BARROCO |
Haciendo un alto en el camino nos detenemos en unos cuadros que nos exponen cómo han visto distintos pintores al hijo pródigo derrochando los bienes que su padre consintió en darle tras oír su petición.
Bartolomé Esteban Murillo, español del período barroco, quiso hacer una exposición muy resumida de esta parábola. Vemos al padre sentado tras una mesa. La postura de su mano izquierda parece indicarnos que le hace alguna recomendación a su hijo, pero éste, al parecer, le hace caso omiso. Su mirada va dirigida a la bolsa de dinero que está atando, quizá con impaciencia, para partir cuanto antes. Tras el padre y también junto a él aparecen dos personajes que podrían ser el hermano mayor y la madre del muchacho.
DESPEDIDA Y PARTIDA.-B.E.MURILLO.-BARROCO |
El cuadro trata de la partida del hogar. Monta un magnífico caballo. Su capa roja destaca sobre un traje elegante y el sombrero en la mano indica su despedida. Junto a él, su madre llorosa, compungida. Las miradas de padre e hijo se cruzan en lo que pudiera ser el último adiós. El padre sujeta con su mano izquierda la de su hijo mayor mientras que con la derecha parece que quiere tomar la de su esposa para transmitirle su apoyo. Tras ellos aparece la figura de otra persona. Quizá el mayordomo de la casa o un simple criado que acude a despedir al viajero.
PARTIDA DE CASA.-ALEXANDER BIDA.-ROMANTICISMO |
Alexander Bida, pintor romántico, vio así la marcha del hijo menor de su casa. La madre no encuentra consuelo y permanece apoyada en la puerta.El padre coge del brazo a su hijo quizá en un último momento disuasorio. El hijo mayor observa la escena.Su rostro está crispado y su mano derecha con el puño cerrado, acaso por la impotencia de ver el sufrimiento de sus padres y de encontrarse sin poder hacer nada. El hijo que marcha da alguna orden al criado que le sujeta el caballo con el que partirá.
COMIENDO CON CORTESANAS.-B.E.MURILLO.-BARROCO |
Murillo continúa su exposición del tema con el escenario cambiado. Llegado a su destino y habiéndose aposentado en el lugar elegido, nos muestra uno de los muchos banquetes que dio acompañado de mujeres de dudosa reputación. Unos músicos amenizan el momento de la comida. El blanco del mantel destaca sobre los demás colores. Debajo de la mesa asoma un perrillo comiendo algo que ha caído o le han dado. Dos sirvientes llevando manjares completan los personajes del cuadro.
FESTÍN.-VASILY POLENOV.-S. XIX - XX |
Frente a la luminosidad del cuadro de Murillo, su perfección en el trazo de los personajes y la perfecta definición de las formas, Vasily Polenov, pintor a caballo entre finales del S. XIX y principios de XX, nos presenta un cuadro representando uno de los festines que daba el protagonista con un estilo totalmente diferente. Podemos adivinar al hijo pródigo a la derecha del cuadro en animada conversación con una mujer. El centro del cuadro está ocupado por una danzarina que ameniza la fiesta en la que participan más personajes, quizás amigos del protagonista.
NUEVO BANQUETE.-JAN SANDERS VAN HEMESSEN.-RENACIMIENTO |
Ahora es Jan Sanders van Hemessen, pintor renacentista, quien muestra su visión de uno de los festines del hijo pródigo,el cual aparece en centro izquierda del cuadro asistido por dos mujeres, a una de las cuales tiene sujeta por el talle y a la que mira con ojos lujuriosos. La vieja celestina observa la escena muy complacida y sonriente, quizá pensando en pingües beneficios. Tras una mes con manjares, un hombre ofrece unas monedas a una mujer bastante más joven que él. tras ellos, un músico aparece animando el ambiente con su música. Un detalle que el pintor ha querido hacer patente es el detalle que aparece en la parte superior del cuadro, como en una ventana: la premonición de lo que tendrá que vivir después de su vida disoluta: cuidar cerdos.
El cuarto cuadro de Murillo es el que encabeza la entrada, mostrando el desenlace feliz de la parábola: el encuentro entre el padre y el hijo, arrepentido éste y pletórico de felicidad aquél. Estas dos figuras ocupan el centro del cuadro. El arrepentimiento del hijo se manifiesta en su posición arrodillada ante su progenitor, mientras que éste, con la sonrisa en la boca, lo acoge con sus dos manos. A la derecha del cuadro aparecen dos personajes portando los elementos que marcan la materialización de la alegría paterna: un traje nuevo, lujoso, en contraposición a los harapos que lleva puestos el muchacho. Junto al criado que porta el traje aparece otro mostrándole el anillo que ha de ponerle en la mano. A la izquierda del cuadro marcha un criado con un niño tirando del ternero cebado que va camino del sacrificio como indica el hacha que lleva al hombro el criado. Una nota llamativa la da el pequeño perro que reconoce a su antiguo amo y manifiesta también su alegría queriendo llamar su atención. He preferido repetirlo para que no tengan que ir subiendo y bajando para ver la imagen del encabezamiento.
En la próxima entrada continuaremos y seguiremos viendo más cuadros sobre el tema que ahora nos ocupa.
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