ASCENSIÓN DE CRISTO.-ANDREA DA FIRENZE.-GÓTICO
El asombro no los abandonaba en ningún instante. Primero vieron al Maestro alejarse de ellos mientras iba ascendiendo a la Casa del Padre. No podían apartar sus ojos de aquel infinito espacio por el que había desaparecido Jesús, pero en estos críticos momentos estaban sintiendo una paz tan grande que solamente su silencio se transformaba en una oración universal. ¿Habría terminado ya lo que habían vivido durante unos tres años o había sido un hermoso sueño que había llegado a su fin? Pero no. Todos tenían presentes las peticiones y enseñanzas del Mesías que había confiado en ellos para completar su labor.
Además, después de la aparición de aquellos mensajeros que los devolvieron a la realidad, continuaban viéndose envueltos en esa cadena de acontecimientos que jamás olvidarían. Todos se sentían marcados por aquellas vivencias que luego contribuirían a lanzarlos con más fuerza a la misión que habían recibido.
Magdalena estuvo rememorando dos instantes de su vida que si bien fueron breves, la marcaron intensamente: el primero en la tumba de Jesús cuando, resucitado ya, vio los ángeles custodiándola. El segundo, más fuerte y emotivo, fue también en la tumba cuando oyó su nombre pronunciado por la voz inconfundible del Salvador, para que lo contemplase ya resucitado y marcharse para anunciar a los demás la Resurrección del Maestro.
Pedro recordaba ¡cómo no!, las negaciones, pero tenía muchísima más fuerza el instante que por tres veces también reafirmó su amor por Jesús y recibió el encargo de apacentar el rebaño de Cristo.
Tomás...rememoraba su incredulidad y los detalles que tuvo con él su Maestro haciéndole ver la importancia que tiene creer, aunque no se vea o presencie lo creído.
Juan se sentía con la fuerza suficiente recibida de su Amigo para realizar el encargo recibido desde la cruz de cuidar de su Madre...sin descuidar su tarea apostólica.
Ninguno de ellos se libró del momento concreto y decisivo que le impulsó a seguir la llamada del que ahora ya tenían la certeza absoluta que era el Mesías que el pueblo de Israel había esperado durante tantos siglos.
Poco a poco fueron volviendo a la realidad, que a partir de este preciso instante no iba a permitirles espacio alguno para la tranquilidad, porque el tiempo les apremiaba, y los deseos del Maestro no admitían demora alguna.
'Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el espacio de un camino sabático.' Todos se sentían felices y en el trayecto iban haciendo comentarios de la manera de llevar a cabo su misión. 'Cuando llegaron, subieron al piso superior donde se alojaban; eran Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el hijo de Alfeo, Simón el Zelota y Judas el hijo de Santiago. Todos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María la Madre de Jesús y con los hermanos de éste'. (Hch. 1, 12-14).
El grupo de los Apóstoles siempre se había sentido unido porque al estar con Jesús yendo a todas partes con Él, siendo testigos de su predicación y de todos sus milagros, había ido creando en ellos un espíritu de unidad, un sentido de amistad y de familiaridad que difícilmente se podría encontrar en otras personas. Diariamente acudían otros hermanos y amigos, seguidores todos de Jesús, para compartir con los Apóstoles la oración personal y comunitaria. Formaban un solo bloque y nadie se sentía solo o aislado, porque en el fondo todos ellos sentían la presencia de Jesús resucitado entre ellos.
'Uno de aquellos días Pedro se puso en pie en medio de los hermanos -el número de los reunidos era de unos ciento veinte- y les dijo: -Hermanos, era preciso que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, había hablado ya acerca de Judas, el que fue guía de los que prendieron a Jesús. Porque él era uno de los nuestros, y obtuvo un puesto en este ministerio. Este, pues, compró un campo con el precio de su iniquidad, y cayendo de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. Y esto fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén de forma que el campo se llamó en su lengua Haqueldamá, es decir, 'Campo de Sangre'.
Pues en el Libro de los Salmos está escrito: 'Quede su majada desierta, y no haya quien habite en ella'. Y también: 'Que otro reciba su cargo'. Conviene pues, que de entre los hombres que anduvieron con nosotros todo el tiempo que el Señor Jesús convivió con nosotros, a partir del bautismo de Juan hasta el día en que nos fue llevado, uno de ellos sea constituido testigo con nosotros de su resurrección'.
La Iglesia comenzaba a funcionar y Pedro era consciente de su papel y de la tarea que le correspondía como el 'primus inter pares' ('el primero entre los iguales'). Él era la roca sobre la que Jesucristo había fundado la Iglesia. Si su Maestro había elegido a doce, aunque Él no estuviese ahora, debían seguir siendo doce.
Sí. Nada había acabado. Iba a continuar igual que antes, solamente que ahora sería de manera diferente.
SAN PEDRO APÓSTOL 2.-ARNOLFO DI CAMBIO.-GÓTICO
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