JESÚS ENTRA EN JERUSALÉN .-FRESCO.-ERMITA MOZÁRABE DE SAN BAUDELIO DE BERLANGA.-S. XII
Ese día madrugó, así como sus discípulos y salieron de Betania. 'Próximos ya a Jerusalén, al llegar a Betfegé, cerca del monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos con este encargo: -Id a la aldea de enfrente; nada más que entrar encontraréis una borrica atada con su pollino al lado; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis que el Señor los necesita, pero que en seguida los devolverá'. (Mt. 21, 1-3). Así lo hicieron. Luego pusieron sobre ellos sus propios mantos, Jesús montó sobre ella y se pusieron en camino. Es de suponer que durante el trayecto se fueron uniendo personas al reconocerlos.
JESÚS LLORA SOBRE JERUSALÉN.-ENRIQUE SIMONET.-1892
Antes de llegar a Jerusalén, 'Cuando se fue acercando, al ver la ciudad, lloró sobre ella y dijo: -¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero tus ojos siguen cerrados. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán con trincheras, te cercarán y te acosarán por todas partes; te pisotearán a tí y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán piedra sobre piedra en tu recinto, por no haber reconocido el momento en que Dios ha venido a salvarte'. (Lc. 19, 39-44). Era normal que llorase sobre ella. Jesús ama su patria, la capital fundada por el rey David y el Templo construido por su hijo Salomón. Conocía el destino que iba a tener por el rechazo que habían hecho a sus enseñanzas, a sus mensajes, pero sobre todo, al Padre que lo había enviado con un mensaje de salvación que Israel, a través de sus autoridades religiosas, rechazó de plano. Con su actitud no quisieron entender el mensaje de paz que traía y eso era como rechazar a Dios. Suponía que a pesar de haber presenciado los milagros que había hecho, incluso resucitando muertos, pero era mayor su ceguera espiritual que las realidades presenciadas. Y esa tensión pudo más que Jesús. Sus sentimientos estaban a flor de piel y no pudo evitar los sollozos y las lágrimas.
JAMES TISSOT.-S. XIX - XX.
Después, en el momento conveniente, ya volverá al Padre. Ahora las aclamaciones y vítores de un pueblo enfervorizado le acompañan como si fuesen las trompetas que preceden y aclaman al Rey sin imaginar los sucesos posteriores Muchos de ellos extienden al paso de Jesús y del pollino que lo lleva, sus propios mantos para alfombrar el paso de la comitiva, como vimos en la entrada anterior en el cuadro de Giotto y en los de hoy. Algunos de estos protagonistas habían estado el sábado anterior en casa de Marta y de María y presenciaron la resurrección de Lázaro, su hermano. Otros, que no estuvieron presentes en aquel momento, al enterarse acudieron para ver al que Jesús había resucitado, comprobando por sí mismos la veracidad de lo que les contaron.
Todos dejaron sus ocupaciones y quehaceres saliendo de sus casas a recibirle. No tenían, pues, ningún escrúpulo en aclamar a Jesús con entusiasmo gritando: 'Hosanna al hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor. (Esta aclamación está contenida en el Salmo 118 (117), 26) ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas! (Lc. 19, 38).
JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
Aquello era presenciado también por gentes que no sabían nada de lo que ocurría y cuantos preguntaban encontraban la respuesta adecuada: 'Y cuando entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió y decía: -¿Quién es éste? Y la muchedumbre respondía: -Este es Jesús el Profeta, de Nazaret de Galilea'. (Mt. 20, 10-11). ¿Habría alguno que recordase lo profetizado por el profeta Zacarías siglos atrás? 'Alégrate con alegría grande, hija de Sión. Salta de júbilo, hija de Jerusalén. Mira que viene a ti tu rey, Justo y salvador, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de asna'. ( Zac. 9, 9).
BERNARD PROKHORST.-S. XIX
Los Apóstoles se miran unos a otros a la vez que contemplan atónitos la acogida de Jerusalén a su Maestro. A pesar de estar acostumbrados a presenciar los portentosos hechos de Jesús, su asombro no tiene límites ante la novedad de lo que están presenciando. Recuerdan que después de multiplicar los panes y los peces que un muchacho llevaba, con los que dio de comer la inmensa muchedumbre que le seguía, 'los hombres, viendo el milagro que había hecho, decían: -Verdaderamente este es el Profeta que ha de venir al mundo. Y Jesús, conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte, Él solo'. (Jn. 6, 14-15). Porque no era ésa la misión que había recibido de su Padre.
No acababan de entender que aquel día se retirase al monte huyendo de los honores ni tampoco entendían que en este momento los aceptase. Claro, que...no podían alcanzar en ese preciso momento el valor y la significación que tenía, si bien intuyen que 'aquello' quizás podría ser el principio de una nueva etapa diferente en la vida del Redentor, y, por extensión, de ellos mismos. Ciertamente no andaban descaminados, pero en lo que no acertaron (por otra parte absolutamente lógico) que en los hechos reales que posteriormente se irían desarrollando, básicamente después de la celebración de la Pascua con su Maestro en lo que nosotros conocemos como 'la Última Cena', en aquel Jueves Santo histórico y memorable, que ahora rememoramos anualmente junto con los demás acontecimientos que componen la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
LOS FARISEOS PIENSAN EN MATAR A JESÚS.-JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
'Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos convocaron una reunión y dijeron: -¿Qué hacemos? Este hombre está realizando muchos signos. Si dejamos que siga actuando así, toda la gente creerá en Él. Entonces las autoridades romanas tendrán que intervenir y destruirán nuestro templo y nuestra nación. Uno de ellos, llamado Caifás, que era el Sumo Sacerdote aquel año, les dijo: -Estáis completamente equivocados. ¿No os dais cuenta que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo a que toda la nación sea destruida?... A partir de ese momento tomaron la decisión de dar muerte a Jesús'. (Jn. 11, 47-53). La envidia y la ira se adueñaron de ellos indiscriminadamente y su objetivo ya lo tenían claro. Satanás estaba haciendo su trabajo en los corazones de aquellas personas. Comenzaba la hora de las tinieblas.
Así estaba la situación, pero eso de verlo entre aclamaciones y vítores era más de lo que podían soportar y permitir. Así lo dejó escrito San Juan después de la descripción de esa entrada triunfal: 'Ante esto, los fariseos comentaban entre sí: -Está bien claro que no conseguimos nada; todo el mundo le sigue'. (Jn. 12, 19). Ahora sólo quedaba esperar una ocasión propicia que, como sabemos, se les presentó sin tardar demasiado.
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