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arte

Solamente volvió uno.-21-septiembre.-2013

Posted by Caminante y peregrino

CURA DIEZ LEPROSOS.-AUTOR DESCONOCIDO
Estoy seguro que cuando alguno de ustedes ha dado algunas monedas (o más) a un necesitado, lo normal es que haya oído la respuesta: ‘Muchas gracias’. En otras ocasiones habrá sido: ‘Que Dios se lo pague’. Son cosas absolutamente normales. Surge el agradecimiento de la persona que ante el gesto de quien lo auxilia tiene esa manera de manifestarlo. Más aún. Si no nos dicen ninguna frase de agradecimiento, casi nos sentimos defraudados por lo que nos parece una insensibilidad ante el gesto de nuestra ayuda.
¿Por qué empiezo de esta forma la presente entrada? Pues porque es como una pequeña introducción a lo que en cierta ocasión le ocurrió a Jesucristo. Él llenaba su vida con la predicación del Reino anunciando la Buena Nueva y avalaba sus palabras con esos gestos humanitarios, compasivos, solidarios o como los queramos llamar, pero que tienen un nombre muy claro y específico: los milagros.
No conozco a nadie en la toda la Historia de la Humanidad que haya hecho por sí mismo los milagros que hizo nuestro Redentor. Y fíjense que digo ‘por sí mismos’, es decir, por su propia virtud, gracia o poder, porque hasta los santos que podemos decir que los han hecho, no ha sido en nombre propio, sino que ha seguido siendo Dios quien los ha hecho a través de ellos. Los santos no han sido otra cosa que instrumentos a través de los cuales Él vuelve a manifestarse.
PEDRO Y JUAN CURAN UN PARALÍTICO.-RAFAEL  SANZIO-RENACIMIENTO
Pedro y Juan, los amigos del Jesús, ya lo hicieron. ‘Pedro y Juan subían al Templo para la oración de la hora nona. Había un hombre, tullido desde su nacimiento, al que llevaban y ponían todos los días junto a la puerta del Templo llamada Hermosa para que pidiera limosna a los que entraban en el Templo. Este, al ver a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les pidió una limosna. Pedro fijó en él la mirada juntamente con Juan, y le dijo: «Míranos.». El les miraba con fijeza esperando recibir algo de ellos. Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro; pero lo que tengo, te doy: en nombre de Jesucristo, el Nazoreo, ponte a andar.» Y tomándole de la mano derecha le levantó. Al instante cobraron fuerza sus pies y tobillos, y de un salto se puso en pie y andaba. Entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Todo el pueblo le vio cómo andaba y alababa a Dios; le reconocían, pues él era el que pedía limosna sentado junto a la puerta Hermosa del Templo. Y se quedaron llenos de estupor y asombro por lo que había sucedido’.(Hch.3, 1-10). El Sumo Hacedor, como premio (realmente ignoro si es un premio o no, pero de alguna forma debo llamarlo) a su fidelidad al Evangelio, por su entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de la voluntad de Dios en este mundo, incluso a costa de su propia vida, ha creído conveniente hacerse presente a través de ellos.
En los desplazamientos de Jesús por las ciudades, aldeas y campos de su tierra realizó muchos. Unos a iniciativa suya. Otros porque acudían a Él esperanzados en ese poder que sabían que tenía y le pedían su curación.
MUJER CANANEA .- HERMANOS LIMBOURG.-GÓTICO INTERNACIONAL
 En algunos casos no los hacía inmediatamente, como en el caso de la mujer sirofenicia, pero cuando a la respuesta que dio a la mujer oyó su argumentación y los motivos por los que acudía esperanzada en Él, no tuvo más remedio que acceder a lo que pedía aquella madre angustiada: ‘¡Oh, mujer, qué grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres’. Y su hija quedó curada. (Mt. 15, 21-28)
Pues bien. Voy a tratar un poco lo que le ocurrió en otra ocasión. Verán: En aquel tiempo, yendo Jesús de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos’. En la línea divisoria de esas regiones están Nazaret y Naín, en Galilea y Gilboa ya en Samaria. Ya sé que puede no ser útil, pero es para situarnos un poco. Por alguna aldea que no cita el Evangelio, iban diez leprosos juntos. Acaso entre ellos se ayudaran, porque la sociedad los marginaba al considerar que su enfermedad era un castigo de Dios por los pecados cometidos. No podían entrar en ciudades, poblados, aldeas ni en ningún lugar. Iban por las afueras gritando ‘¡impuro, impuro!’ para que nadie se acercase, pero también para que alguien les dejase alimento en algún lugar, se marchase y ellos acercarse a recogerlo.
Era muy estricta la actitud de los israelitas con estas personas, lo cual no era extraño, ya que la normativa contenida en el Levítico lo decía muy claro: ‘El leproso, manchado de lepra, llevará rasgadas sus vestiduras, desnuda la cabeza, y cubrirá su barba, e ira clamando: ‘¡inmundo, inmundo!’. Todo el tiempo que le dure la lepra será inmundo. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada’.(Lev. 13, 45-46).
CURA DIEZ LEPROSOS.-ALEXANDRE BIDA.-ROMANTICISMO
Esto lo conocía Jesús sobradamente, pero eso no fue obstáculo para que se detuviese y les atendiese. ‘Se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Id y presentaos a los sacerdotes’. Fijémonos que no les dice que están curados ni tampoco les pregunta nada. Solamente les indica que cumplan lo que decía la Ley en caso de curación, es decir, debían presentarse a los sacerdotes para demostrar su curación ya que ellos eran los testigos cualificados de su sanación y debían, como diríamos hoy, certificarla. A partir de ese momento ya se podían reintegrar en la sociedad y ofrecer algún sacrificio en acción de gracias.

Ellos tampoco replicaron nada ni discutieron la indicación de Jesús. Conocían lo que significaba. Tuvieron confianza en lo que el Galileo les decía, y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios’. 
AUTOR DESCONOCIDO POR MÍ
Hasta aquí, todo muy bien y normal, según las actuaciones del Maestro que ellos conocían y que posiblemente por esa razón le suplicaron compasión. Pero a partir de este momento el relato sufre un giro muy importante, para los leprosos y para…nosotros. Digo esto último no porque seamos leprosos, ¡gracias a Dios!, sino por lo que veremos ahora mismo. Fíjense:
‘Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano’. Inaudito. Iban en grupo. Todos ilusionados. Todos viéndose limpios. Pero hubo uno, ‘uno solamente’, que al verse así, se olvidó de los sacerdotes, del templo y de la oficialidad de su situación. Para él, eso vendría después. Antepuso su infinito agradecimiento a Jesús por el giro que tomaba su vida a partir de ahora, que el cumplimiento de Ley. Eso vendría después, pero en su escala de valores supo, quiso y pudo acudir al Señor. ¿Es que los otros no lo vieron partir en dirección a donde estaba Jesús? ¡Claro que lo verían! La razón por la que no hicieron lo mismo la conocerían ellos. Tal vez pensaron que primero había que cumplir con la Ley, pero lo cierto es que Jesús alabó la actitud del samaritano.
El Redentor le dejó glorificar a Dios. Le dejó que, como pudiese, tal vez a lágrima viva, le mostrase su agradecimiento. Pero el corazón de Jesús estaría inundado por la tristeza. 
SÓLO UNO VUELVE AGRADECIDO
No se trataba de que esperara el agradecimiento mundano. Le dolía en lo más íntimo que solamente uno de los diez, se hubiese acordado de Dios, siendo samaritano, un extranjero, y que los israelitas se olvidasen de agradecer a su Padre el beneficio que habían recibido. ‘Tomó la palabra Jesús y dijo: ¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?’ Muy triste, ¿verdad? Le dolió su ingratitud y ellos no pudieron recibir lo que el samaritano después de curado.
A esto es a lo que me refería más arriba. Tantas cosas recibimos a diario de Dios, unas que sabemos, otras que le pedimos y nos las concede, otras que ignoramos, pero que Dios nos las da igualmente. Las tomamos como algo natural y no se nos ocurre pensar que algo tan corriente como poder andar por la calle es una gracia recibida del Creador. Y, obviamente, no le damos gracias por ello. Como los otros nueve curados.
 ‘¡Nos parece demasiado dedicarle unos minutos para agradecer los bienes que en todo momento nos concede! Quieres dedicarte a tu tarea, dices. Pero, amigo mío, te engañas miserablemente, ya que tu tarea no es otra que agradar a Dios y salvar tu alma; todo lo demás no es tu tarea: si tú no la haces, otros la harán; mas, si pierdes el alma, ¿quién la salvará?’. También conocemos al autor de este pensamiento o, al menos, habremos oído hablar de él. Se trata de lo que dijo en uno de sus sermones San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars. El papa Pío XI lo canonizó el 31 de mayo de 1925, y tres años más tarde lo nombró Patrono de los Párrocos.
Pero el samaritano agradecido recibió algo más, además de la curación: ‘Y le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado’. Imagino que Jesús, cuando le dirigió estas palabras, lo levantó de su postración y, mirándole a los ojos, con una sonrisa como debía ser la suya, le dirigió esas palabras. Posiblemente el samaritano no alcanzase a ver el significado real de la gracia que había recibido, pero no por eso dejó de recibirla. Así era (así ES) Jesús.
‘Si la fe salvó a aquel que se postró para dar gracias, la malicia perdió a los que no se cuidaron de dar gloria a Dios por los beneficios recibidos’. (SAN BEDA. Catena Áurea, volumen VI). Nada de lo que tenemos es realmente nuestro. Somos administradores de los talentos que recibimos. Los usamos y disfrutamos, pero hemos de hacer también lo que dice San Pablo:
 ‘Y todo lo que hacéis, de palabra o de obra, hacedlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de Él’. (Col. 3, 17). Esta perícopa de la curación de los leprosos yo me atrevería a decir que es ‘la exaltación del agradecimiento’
PARÁBOLA DEL FARISEO Y EL PUBLICANO 
¿Recuerdan la parábola del fariseo y el publicano? ¡Seguro que sí! ¿Podríamos decir que realmente la postura de agradecimiento del fariseo era una acción de gracias a Dios? ¿O era un agradecimiento hecho solamente con los labios, recreándose en todo cuanto se atribuía, teniendo el corazón absolutamente alejado de Dios? Y, además, en una absurda postura, comparándose con el pobre publicano al que da a entender que desprecia.
Pienso que el agradecimiento es una piedra angular en nuestra relación con Dios, ya que cuando en la Liturgia de la Eucaristía oímos al sacerdote celebrante decir al principio del Prefacio: ‘En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y Eterno…’ En apenas dos líneas y hay un curso completísimo sobre el agradecimiento: Justo y necesario. Nuestro deber y salvación. Siempre y en todo lugar, dar gracias a Dios. Precioso. Y si nos ponemos a desmenuzar cada uno de esos conceptos en relación con Dios…
APOTEOSIS DE SANTO TOMÁS DE AQUINO.-ZURBARÁN.-BARROCO
 ‘Soy incapaz de darte la alabanza debida por todos estos beneficios; por eso doy gracias a tu Majestad por la abundancia de tu inmensa bondad, para que multipliques, conserves y recompenses siempre en mí la gracia’. Quien dijo eso se daba perfecta cuenta de las limitaciones que tenemos las personas para dar gracias a Dios. Hace patente nuestra nada a la vez que la inmensidad y grandeza del Creador. Quien así escribió es el Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, canonizado en 1323 y proclamado Doctor de la Iglesia en 1567.

Y para finalizar, permítanme, por favor, que lo haga con Fray Luis de Granada: ‘Aquel tiempo que sigue después de la Comunión, es el mejor que hay para negociar con Dios y para abrazarle dentro de tu corazón. Y así debe el hombre estar este tiempo en la iglesia o donde comulgó, dando gracias al Señor por este beneficio y ocupando su corazón con santos pensamientos y oraciones.’ (Fray Luis de Granada. Del Sacramento de la Eucaristía). 
FRAY LUIS DE GRANADA.-RETRATO DE FRANCISCO PACHECO.-MANIERISMO
Es que la Misa es la Acción de Gracias por excelencia.


No era digno….-06-septiembre-2013

Posted by Caminante y peregrino

CENTURIÓN DE CAFARNAUM.-RAFAEL VALLS.-S. XVI
Aparentemente era una incongruencia. San Lucas, en 7, 1-10, (he preferido su versión a la que también cuenta Mateo) nos presenta por una parte un soldado. No un soldado cualquiera, sino uno que tenía mando sobre un grupo de soldados, alrededor de ochenta. Eso significaba que estaba acostumbrado al mando y a la obediencia de las órdenes que daba. Era elegido por los superiores según sus cualidades castrenses.
Socialmente estaba como soldado del ejército de ocupación romano, a quien los judíos odiaban a muerte. No solamente a ellos sino también a los judíos que colaboraban con ellos, como es el caso de los publicanos o recaudadores de impuestos. Por ejemplo, Mateo o Zaqueo. Por su parte, los romanos despreciaban a los judíos y no se molestaban en disimularlo a través de la arrogancia de su comportamiento.
PAOLO VERONESE.-MANIERISMO
Vistos estos antecedentes, un oficial romano pide la ayuda de Jesús, un judío como otro cualquiera, al menos en apariencia, sin hacer valer ni su rango ni su autoridad, sino que, además, le llama ‘Señor’ cuando se dirige a Él a través de sus criados. En circunstancias normales, ¿podemos decir que esto es una incongruencia o no? Pero es que existen situaciones…y situaciones. Y esto es lo que vamos a ver en esta entrada analizando cada uno de los aspectos que merezcan la pena, que no son pocos, porque no tiene ningún desperdicio, incluso para nosotros.
Es cierto que a lo largo de los Evangelios, en el Nuevo Testamento, encontramos personajes que se han dirigido a Jesús para pedirles su curación o su salvación. En el primer caso tenemos al ciego Bartimeo que pidió a Jesús la gracia de la visión y en el segundo a Dimas, el buen ladrón que sufría el martirio de la cruz junto con Jesús. En estos casos y en otros muchos más, el Maestro valoró la fe de quien se dirigía a Él pidiendo algo. Pero en este caso fue mucho más. Veamos.
 En aquel tiempo, cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm’, localidad a orillas del mar de Tiberíades, entre Corozaín y Magdala. Este es el lugar de los hechos. 
WILLIAM HOLE.-S. XIX--XX
Allí había un acuartelamiento del ejército de Roma al mando de un centurión, que entre otras cosas, tenía que mantener el orden de la ciudad y controlar que se cumplieran las órdenes que Roma dictaba en los lugares conquistados.
Sin embargo en este caso las relaciones entre el centurión y las autoridades judías locales eran buenas. ¿Por qué? Hay un refrán que dice ‘Dame pan y dime tonto’, queriendo decir que mientras me cuides y me beneficie de ti, puedo olvidar mi odio para ti, pero no para los otros romanos. Y este es el caso, porque cuando al romano se le presenta el problema de ver a su mejor sirviente tan mal que podría perder la vida, no duda en acudir a sus ‘amigos’ judíos para que intercedan ante Jesús, de quien debía haber oído hablar, para curar a su fiel criado.
Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo’, con lo cual estaba reconociendo en el Salvador una superioridad absoluta sobre todos y sobre todos sin haber presenciado ninguno de sus milagros ni oído predicación alguna. Lo que muchos judíos no reconocían, este pagano sí que lo hacía. Esta actitud nos permite suponer que ese criado no sería el único que tendría ese trato, sino que todos los criados o esclavos que tendría cabe pensar que también serían bien tratados.
 Por lo que conocemos por el Evangelio, parece ser que en Cafarnaúm no había ninguna sinagoga donde acudir a rendir culto a Yavé los sábados. Y, cosa insólita en la Historia de Roma, el oficial romano mandó construir una a su costa, lo cual nos hace suponer que era adinerado, si no rico, y que no hacía ostentación de su riqueza.
JAMES TISSOT.-S.XIX
Naturalmente, a los ancianos les faltó tiempo para acudir en búsqueda de Jesús y transmitirle el deseo de esa buena persona, porque así debía ser por dos motivos: uno, porque el sufrimiento de un criado le mueve a buscar la solución como sea y segundo, porque ser un miembro importante, al menos en la ciudad, del ejército de ocupación, no le impide ser generoso con sus ‘¿enemigos?’. Lo cierto era que ni el dinero ni su posición servían para nada en el caso de la enfermedad de su criado y su impotencia permite sacar a flote otra de sus cualidades: la humildad.
Pues bien:Estos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: -Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga’. Saquemos nuestra imaginación y veamos el momento de llegar donde estaba Jesús, habitualmente rodeado de gente del pueblo y con sus discípulos, y sin titubeos ni vacilaciones exponerle el problema que tenía el pobre centurión viendo sufrir a su mejor criado. Para atraer más su atención y predisponerlo a una actuación como otras tantas veces había hecho, le comunican su generosidad con el pueblo judío a quien dicen que ama. Lucas no dice nada de la respuesta verbal de Jesús, a pesar de ser judío y tratarse de un militar romano. Él no era así. Pero los hechos lo dicen todo:
 Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: Vete, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace’. 
ALEXANDRE BIDA.-ROMANTICISMO
Esa era su fe en Jesús. Estaba absolutamente convencido desde lo más íntimo de su corazón de que si quería, podía hacerlo.
‘Hay quienes dicen que aquí el centurión, para excusarse, le dice al Señor la causa por la que no ha traído consigo a su criado (que éste tenía terribles sufrimientos)...Por mi parte afirmo que eso fue señal de la gran fe del centurión...Porque como él sabía muy bien que bastaba un simple mandato para hacer levantarse al enfermo tendido en la cama, tuvo por cosa superflua presentárselo al Señor en persona.’ (San Juan Crisóstomo, BcPI, p. 227).
El centurión nos está presentando la situación para ser comprendido por Jesús a través de lo que llamamos una analogía. Presenta su facultad como soldado de mandar para que otros obedezcan, pero situándose él en un rol de inferioridad ante Jesús a quien reconoce un poder superior al de todos. Le otorga su papel de superior para colocarse él, por muy militar romano que fuese, muy por debajo del Maestro.
Bueno, ¿qué podemos decir ante la actitud del centurión? Ya sé que se ha comentado, explicado, meditado y todo lo que ustedes quieran, pero hay que admitir que ese personaje merece que, aun hoy, nos descubramos ante su personalidad y sencillez. No en vano la Liturgia de la Iglesia ha elegido sus palabras para el momento de responder al sacerdote cuando nos presenta la Hostia Consagrada antes de la comunión: ‘Señor. No soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme’. Magnífico. Sencillamente magnífico y admirable (y me quedo corto). Jamás hubiera imaginado el centurión la trascendencia que iban a tener sus palabras. Y su humildad no pasó desapercibida por Jesús. ¿Cómo no iba a fijarse? Pero no esperaba tanto.
‘Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande. Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano’. 
EL CENTURIÓN PIDE LA CURACIÓN DE SU CRIADO
Palabra de honor que me imagino estas palabras de Jesucristo en un contexto de sorpresa inesperada. Seguro que no esperaba esto de un pagano. Es cierto que Él pedía la fe de quienes curaba, pero ¿esto? La actitud del romano le obligó a colocar su fe por encima de la tenían ‘en todo Israel’. ¿Cómo se pondrían los ancianos que habían ido a buscarlo al oír esa respuesta? Nada dice el Evangelio, pero adivino que no les haría mucha gracia, porque según sus actitudes había antepuesto un pecador a ellos que eran hijos de Abraham en la fe.

Harold Copping.-S. XIX - XX
Es curioso ver que la versión de Mateo es la preferida por los pintores, pues todos los cuadros, al menos los que yo he encontrado, nos presentan al centurión hablando directamente con Jesús. El Arte es así.