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arte

El fin del principio (VIII): Crucifixión y muerte (VI) .- 28-enero-2016

Posted by Caminante y peregrino

DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ. TRÍPTICO.-PEDRO PABLO RUBENS.-BARROCO
      Quedaba relativamente poco tiempo, así que unos subieron por la parte trasera, y otros por delante ayudaban a recibir el cuerpo de Cristo según lo iban soltando. Comenzaron por sacar los clavos de los pies y para sujetar el rígido cuerpo de Jesús, recibieron la inesperada ayuda de unos soldados romanos que, impresionados y conmovidos por cuanto habían estado presenciando, se sentían obligados a ayudar en lo que pudieran a quienes iban a llevarse el cuerpo al sepulcro. El centurión no se lo impidió.

      Pero la tarea no era fácil. Los clavos que atravesaban las muñecas y los pies del Salvador estaban remachados sobre la madera para no soltarse con  el peso del cuerpo. Eso llevó un buen rato porque además de las dificultades, tenían especial cuidado en no dañar más el cuerpo de Jesús. Los golpes secos de los martillos sobre los enormes clavos resonaban en el cerebro de todos, pero era necesario finalizar aquel desagradable trabajo.          DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ.-JAMES TISSOT.-               Una larga tela se pasó por debajo de los brazos para sujetar el cuerpo que, a medida que los clavos cedían iba inclinándose hacia los que estaban delante. Desde esa posición y ayudados por las herramientas que tenían, tiraban de ellos para ir sacándolos en su totalidad. Entonces dejaron ver las llagas de las muñecas que del peso del cuerpo y de los movimientos de Jesús para intentar respirar algo mejor, estaban más grandes que la anchura de los clavos, lo cual, les facilitó el trabajo.

       María, sentada en el suelo, permanecía en silencio. De vez en cuando un hondo suspiro se le escapaba desde lo más íntimo de su ser. Las mujeres no la dejaban en ningún momento y todos estaban pendientes de los detalles más insignificantes. 

      Cuando los de atrás dieron el aviso de que iban a ir soltando el cuerpo, Juan se apresuró a cogerlo por las piernas.   María de Cleofás y Magdalena se adelantaron un poco por si podían ayudar en algo. La Madre permanecía sentada dominando la impaciencia por abrazar aquel cuerpo  al que había dado vida y ahora permanecía sin ella. 
LAMENTOS POR CRISTO MUERTO.-LUCA SIGNORELLI.-RENACIMIENTO                         Quería pensar en algunos de los tantos momentos que habían compartido en Nazaret, con José y sin él después, antes de partir a comenzar su misión, pero no podía. Era inútil. Su mente y sus ojos no se apartaban de aquel cuerpo rígido casi suelto del todo de aquel madero.

      Cuando al fin quedó totalmente liberado, pusieron aquel cuerpo si vida sobre la sábana que habían traído, extendida ahora sobre el suelo, para llevarlo a su Madre. Esto lo hicieron José de Arimatea, Nicodemo y Juan que se acercaron a María. Quiso levantarse para abrazarlo pero la emoción, largamente contenida, se lo impidió. 
ENTIERRO DE CRISTO.-SANDRO BOTTICELLI.-RENACIMIENTO
      Nuevamente sufrió un desmayo y las otras mujeres impidieron que cayera al suelo. Suavemente la dejaron allí con el cuerpo inclinado hacia delante.  Esos movimientos le hicieron recuperar el sentido e instintivamente alargó los brazos hacia su Hijo, que con toda delicadeza  colocaron sobre su regazo. No pudo contenerse más y rompió a llorar amargamente mientras lo estrechaba entre sus brazos y lo cubría de besos. Esta imagen del infinito sufrimiento de aquella mujer y Madre sin consuelo alguno despertó sentimientos de empatía hacia ella. Todos pensaban que aquella sería la última vez María abrazaba a su Hijo.
LLANTO POR CRISTO MUERTO.-CORREGGIO.-RENACIMIENTO
      Nadie permaneció insensible. El centurión y el soldado que le atravesó el costado con su lanza se abrazaron totalmente conmovidos. José y Nicodemo se miraron sin hablar. No era necesario tampoco, pues se entendieron perfectamente. Juan, arrodillado en el suelo, daba rienda suelta a su dolor. El respetuoso silencio de todos los que allí había, judíos o romanos, dejaba paso a los dolorosos lamentos de la Madre abrazando aquel cuerpo que tan lleno de vida había abrazado en otras ocasiones.
      Un buen rato después empezaron a lavar el cuerpo desfigurado al que todos querían. La Madre también se unió a la tarea y se encargó de lavarle la cara, toda cubierta de sangre seca ocasionada por los golpes y las espinas de la corona que le había puesto la soldadesca. Cada vez que limpiaba una parte depositaba en ella un cálido beso acompañado de las lágrima que a duras penas podía contener.
ENTIERRO DE CRISTO.-Wassilij Petrovich Wereschtschagin
      Cuando finalizaron su tarea tenían el tiempo justo para llevarlo al sepulcro. Allí lo embalsamarían y si no tenían tiempo suficiente volverían después de la Pascua para finalizar la tarea. Ahora ya no podían esperar más y Juan así se lo hizo ver a María. Los hombres tomaron la sábana que envolvía el cuerpo de Jesús y marcharon hacia el sepulcro de José de Arimatea. El grupo de personas que lo tomaron no debió ser muy numeroso: José, Nicodemo, Juan y acaso alguien más, porque teniendo en cuenta su horrible sufrimiento, el forzado ayuno que padeció, la gran pérdida de sangre, el abundante sudor y la sed que lo consumía, es posible que perdiera algunos kilos de peso.
ENTIERRO DE CRISTO.-ANTONIO CISERI.-REALISMO
      Tras ellos iba su Madre, las mujeres que la habían acompañado en todo momento, otro grupo de piadosas mujeres que más alejadas habían contemplado la crucifixión y un grupo de personas, posiblemente discípulos o simpatizantes de Jesús, que quisieron acompañarlo hasta el sepulcro. Una vez allí se tropezaron con un inconveniente: al estar rígido el cuerpo, los brazos seguían abiertos y no cabía por la escasa altura y anchura de la entrada, por lo que se vieron obligados a maniobrar el cuerpo para hacerlo pasar por la entrada.
DEPOSITAN EL CUERPO EN LA LOSA DEL SEPULCRO.-JACOPO BASSANO.-MANIERISMO
      El interior estaba iluminado con las antorchas que los amigos que Nicodemo avisó habían preparado previamente, pero todos no cupieron en la pequeña estancia. Depositaron el cuerpo sobre una gran losa donde continuaron la labor del embalsamamiento y limpieza del Maestro. Untaron el sudario con el áloe y la mirra que Nicodemo llevó, las mujeres fueron ungiendo el cuerpo y la Madre seguía limpiando la sangre seca y arreglando el cabello y la barba de su Hijo. Cuando finalizaron, extendieron totalmente la sábana y la doblaron dándole la vuelta por la cabeza hasta los pies, cubriendo todo el cuerpo.
ENTIERRO DE CRISTO.-PRIMER TERCIO DEL S. XVI
      Tras esta operación solo quedaba marcharse. Todos parecían comprender esto a excepción de María. Hubiera querido quedarse allí con su Hijo, pero no era posible. Nuevamente Juan se colocó junto a ella y con gran delicadeza la tomó del brazo. Antes de traspasar la puerta, todavía se giró para mirar una vez más a Jesús, pero fue de manera muy breve. Se dejó guiar por Juan. Los últimos en salir apagaron las antorchas y cuando ya estuvieron fuera, entre todos rodaron la gran piedra que sellaba la entrada al sepulcro.
SÁBANA SANTA E IMAGEN DE CRISTO SEGÚN ELLA
      Después todos fueron marchándose cabizbajos y silenciosos a sus casas respectivas con pasos lentos y pensando en cuanto habían presenciado ese aciago día que nadie iba a olvidar mientras tuviese un hálito de vida.
VUELTA DEL CALVARIO.-HERBERT SCHMALZ.-ORIENTALISTA
      Pero todo no quedó así, porque 'al día siguiente, es decir, el día después de la preparación de la pascua, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se congregaron ante Pilato y le dijeron: 
      -Señor,recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré". Así que manda asegurar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que vengan sus discípulos, roben su cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de entre los muertos, y este último engaño sería peor que el primero. Pilato les dijo: -Disponéis un piquete de soldados; id y aseguradlo como sabéis hacer. Ellos fueron, aseguraron el sepulcro y sellaron la piedra dejando allí la guardia'. (Mt. 27, 62-66).
VIGILANDO EL SEPULCRO.-JAMES TISSOT

El fin del principio (VI) : La crucifixión y muerte (V).-11-enero-2016

Posted by Caminante y peregrino

      EL BUEN LADRÓN EN EL PARAÍSO.-JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
      Dimas había sentido un trallazo dolorosísimo en sus piernas. El mazazo había sido durísimo y ambas quedaron rotas. El intenso dolor le hizo perder el conocimiento, pero de repente se notó como flotando en el aire. No solamente no sentía dolor alguno, sino que sentía una paz infinita. Vio llegar hasta él unos seres desconocidos, pero hermosos, que le sonreían. No sentía ningún temor y ellos se colocaron junto a él, uno a cada lado, como indicándole el camino que debía seguir. Miró hacia abajo y vio su cuerpo colgando, todavía en la cruz. Se daba cuenta que había muerto y su alma era transportada hacia una intensa y brillante luz que a pesar de todo no lo cegaba. Le pareció distinguir en medio de ella una figura...¡SÍ!...¡ERA ÉL! ¡Era el crucificado que él había defendido de los ataques verbales de su compañero y que le había prometido que estaría hoy en su reino! Y él, Dimas, se dirigía hacia donde le estaba esperando...
      En cambio Juan lo veía todo turbio. Sus ojos eran como dos manantiales de lágrimas que le impedían ver serenamente, como hasta ahora, los acontecimientos. 
SAN JUAN Y LAS PIADOSAS MUJERES EN EL CALVARIO.-ALBERTO DURERO.-RENACIMIENTO 
      Pero aquella canallada, aunque era una más, lo desarmó. Contemplar cómo habían atravesado el costado de su amigo, ya cadáver, era demasiado ensañamiento. En su mente solamente le martilleaba una pregunta sin respuesta: '¡Por qué...! ¡Por qué...!' Los espasmos de su cuerpo ocasionados por el llanto, más o menos contenido, no quedaron inadvertidos para nadie.
      Un par de manos lo cogieron de los hombros. Apenas pudo balbucear: ¡Madre...!, porque María, la Madre de su Maestro y Señor, repuesta de su desvanecimiento, se abrazó a él y los dos llantos se fundieron en uno solo. Nadie decía nada. María Cleofás y María Magdalena estaban anonadadas por el dolor. Oyeron una voz, apenas perceptible, que decía a la Madre: 'Esperad aquí. Voy a pedir permiso a Pilato para llevar a tu Hijo a mi sepulcro. Es un lugar digno, no temas'.
      María se separó un poco de Juan para ver a quien así le hablaba. Ante ella estaba José de Arimatea, uno de los pocos sanedritas que habían defendido la inocencia de su Hijo. Asintió con la cabeza y José partió inmediatamente a cumplir la misión que se había impuesto a sí mismo. 
      Y así, 'llegada la tarde, porque era la Parasceve, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, ilustre consejero del Sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, y se atrevió a presentarse a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. 
JOSÉ DE ARIMATEA PIDE A PILATO EL CUERPO DE JESÚS.-JAMES TISSOT.
      Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto, y haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto ya. Informado del centurión, dio el cadáver a José'. (Mc. 15, 42-45). 
      Aquella  inesperada visita le había hecho pensar de nuevo, muy rápidamente, en su debilidad como gobernante transigiendo a las peticiones de los sacerdotes y de los fariseos. Esto le hizo acceder a la petición recibida como una especia de reparación a su comportamiento con el Nazareno. 
      Tras unas breves palabras de agradecimiento, salió de la estancia dejando un Pilato pensativo, comparando la agresividad y el odio de a quienes le visitaron para pedir la muerte de aquel reo, y este hombre, judío ilustre, con un temple y una serenidad digna de elogio como en pocos habitantes de aquella tierra había visto y que aun siendo miembro del tribunal judío, no le había importado quedar 'impuro' al entrar en las dependencias del gobernador romano, con lo cual demostraba un claro distanciamiento de las actitudes de los sacerdotes.
      José se dirigió inmediatamente a casa de un comerciante que conocía y 'compró una sábana' (Mc. 15, 46). Mandó aviso a Nicodemo para que se dirigiera al Calvario acompañado con alguien de su absoluta confianza para retirar el cuerpo de Jesús de la cruz, y éste no lo pensó dos veces. Pasó a recoger a dos amigos fieles y tomando escaleras y cuanto consideraron conveniente para aquel menester marcharon con premura al lugar de la ejecución de Jesucristo.
NICODEMO
      'Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a Él de noche al principio y trajo una mezcla de mirra y áloe, como unas cien libras', (Jn. 19, 39), para que, según la costumbre de los judíos, embalsamar el cuerpo del que ya sabían que era el Mesías. Unos sirvientes de José de Arimatea se dirigieron al sepulcro para quitar la enorme piedra que lo cerraba y limpiarlo. Las instrucciones recibidas eran muy estrictas y el lugar debía estar perfecto.
TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS EN EL TABOR.-CARL BLOCH.-REALISMO DANÉS
     El grupo de mujeres y Juan se retiraron para dejar el campo libre a quienes iban a intervenir para bajar de la cruz el cuerpo sin vida de Jesús. Tomaron las escalas y las fueron apoyando sobre el madero. Nicodemo y José iban dirigiendo las operaciones y manipulaciones del resto de las personas mientras Juan se colocaba por delante para ser de los primeros en recibir el cuerpo del Maestro, pero no terminaba de asimilar lo que estaba viviendo. Como un fogonazo vino a su memoria el monte Tabor. Aquella visión real de la gloria de su Maestro no encajaba en su mente con el cuerpo sin vida que iba a recoger en sus brazos en breves instantes. La voz de José de Arimatea coordinando el descendimiento de Jesús de la cruz lo volvió a la tristísima realidad.
PIEDAD.-ESCULTURA EN ALABASTRO.-DAMIÁN FORMENT.-RENACIMIENTO