Ocurrió en Caná de Galilea.-16-julio-011
Posted byEn los primeros pasos de los recién elegidos Apóstoles debieron presentarse diversas actitudes en ellos: timidez (sabían que acompañaban a un rabí distinto a los demás y esto es posible que les hiciera sentirse cohibidos); incertidumbre: (no conocían qué rol tenían con Jesús, aparte de la llamada que les había hecho); debía existir al principio una falta de confianza y compenetración entre ellos, que con el tiempo desaparecería y les haría sentir el valor de la unidad del Grupo.
No es extraño que en esa ocasión en que la madre de Jesús y Él mismo, así como sus discípulos fueron invitados a una boda en un pueblecito de Galilea llamado Caná. Veamos cómo nos lo cuenta San Juan:
‘Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y esta allí la madre de Jesús. Fue también invitado Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no es llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que Él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas. Díjoles Jesús: Llenad las tinajas de agua. Las llenaron hasta el borde, y Él les dijo. Sacad ahora y llevadlo al maestresala.
Se lo llevaron y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino –él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua-, llamó al novio y le dijo. Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor. Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos’. (Jn. 2, 1-11).
Como se puede comprobar fácilmente, este pasaje está documentado en el evangelio joánico, pero relata directamente que ‘no tenían vino’. Sin embargo es lógico pensar que pensemos que antes de llegar a ese momento habría transcurrido un buen rato en el desarrollo del festín o de la comida, a juzgar por las palabras del maestresala.
Los novios lo habrían preparado todo como hoy sucede en cualquier boda, cuidando hasta el más mínimo detalle. ¿Por qué se acabó el vino que habían previsto? El Evangelio no dice nada al respecto. Solamente menciona el hecho concreto de ‘no tienen vino’ de labios de la madre de Jesús.
El vino era un elemento fundamental, básico, en estas ceremonias del pueblo hebreo. Incluso, si no recuerdo mal, la carencia de este líquido era un desprestigio para la pareja protagonista de la boda.
La Virgen se dio cuenta de este detalle y de lo que suponía para los novios, acaso porque estaría en la misma organización y desarrollo del banquete nupcial. Y, ¡claro! Le faltó tiempo para acudir a su Hijo y contarle lo que estaba pasando.
La respuesta de Jesús fue desconcertante: ‘Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no es llegada mi hora’. Pero la respuesta de María, ¿fue inmediata o transcurrió un diálogo, más menos breve, entre la madre y el Hijo? No lo sabemos, pero… ‘Haced lo que Él os diga’.
Lo cierto es que Jesús mandó llenar de agua ‘seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas’. Según un diccionario católico consultado en Internet, la ‘metreta’ equivale a 40 litros, lo que puede equivaler, aproximadamente, a unos ¿600 litros? de vino en las seis tinajas.
La cantidad es lo de menos, y si me atrevo a ponerlo es por el comentario que San Juan hace al final de la perícopa: ‘el maestresala probó el agua convertida en vino –él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua’. Los servidores, que habían llenado las vasijas con agua, sí sabían la procedencia del vino.
Ya pueden ver los pintores cómo han visto este pasaje del principio de la vida pública de Jesucristo. Van desde el austero prisma de Giotto, que apenas nos presenta a los novios, a María, Jesús y los Apóstoles, así como al maestresala probando el vino y unos criados, a la suntuosidad de Veronés, que incluso pone un conjunto musical de cámara amenizando el banquete nupcial, un lujo descomunal, absolutamente anacrónico con la época de Jesús, y ocupando el centro del cuadro presenta a Jesús y a su Madre con más protagonismo que los propios novios.
Les dejo con la riqueza artística de estos cuadros (y alguna escultura románica) que he seleccionado para que nuestros sentidos y nuestra sensibilidad artística disfruten.
EL BOSCO.-RENACIMIENTO
No es extraño que en esa ocasión en que la madre de Jesús y Él mismo, así como sus discípulos fueron invitados a una boda en un pueblecito de Galilea llamado Caná. Veamos cómo nos lo cuenta San Juan:
‘Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y esta allí la madre de Jesús. Fue también invitado Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no es llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que Él os diga.
Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas. Díjoles Jesús: Llenad las tinajas de agua. Las llenaron hasta el borde, y Él les dijo. Sacad ahora y llevadlo al maestresala.
Se lo llevaron y luego que el maestresala probó el agua convertida en vino –él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua-, llamó al novio y le dijo. Todos sirven primero el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor. Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos’. (Jn. 2, 1-11).
Como se puede comprobar fácilmente, este pasaje está documentado en el evangelio joánico, pero relata directamente que ‘no tenían vino’. Sin embargo es lógico pensar que pensemos que antes de llegar a ese momento habría transcurrido un buen rato en el desarrollo del festín o de la comida, a juzgar por las palabras del maestresala.
Los novios lo habrían preparado todo como hoy sucede en cualquier boda, cuidando hasta el más mínimo detalle. ¿Por qué se acabó el vino que habían previsto? El Evangelio no dice nada al respecto. Solamente menciona el hecho concreto de ‘no tienen vino’ de labios de la madre de Jesús.
El vino era un elemento fundamental, básico, en estas ceremonias del pueblo hebreo. Incluso, si no recuerdo mal, la carencia de este líquido era un desprestigio para la pareja protagonista de la boda.
MATTIA PRETTI.-1655
La Virgen se dio cuenta de este detalle y de lo que suponía para los novios, acaso porque estaría en la misma organización y desarrollo del banquete nupcial. Y, ¡claro! Le faltó tiempo para acudir a su Hijo y contarle lo que estaba pasando.
JOHANN HEINRICH SCHÖNFELD.-BARROCO
La respuesta de Jesús fue desconcertante: ‘Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? Aún no es llegada mi hora’. Pero la respuesta de María, ¿fue inmediata o transcurrió un diálogo, más menos breve, entre la madre y el Hijo? No lo sabemos, pero… ‘Haced lo que Él os diga’.
Lo cierto es que Jesús mandó llenar de agua ‘seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres metretas’. Según un diccionario católico consultado en Internet, la ‘metreta’ equivale a 40 litros, lo que puede equivaler, aproximadamente, a unos ¿600 litros? de vino en las seis tinajas.
La cantidad es lo de menos, y si me atrevo a ponerlo es por el comentario que San Juan hace al final de la perícopa: ‘el maestresala probó el agua convertida en vino –él no sabía de dónde venía, pero lo sabían los servidores, que habían sacado el agua’. Los servidores, que habían llenado las vasijas con agua, sí sabían la procedencia del vino.
DUCCIO DI BUONINSEGNA.-GÓTICO
Donde quiere llegar el discípulo que nos ha legado el relato es que 'fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en Él sus discípulos’ . Debió ser tanto el impacto que recibieron los apóstoles que así nos lo relatan.Ya pueden ver los pintores cómo han visto este pasaje del principio de la vida pública de Jesucristo. Van desde el austero prisma de Giotto, que apenas nos presenta a los novios, a María, Jesús y los Apóstoles, así como al maestresala probando el vino y unos criados, a la suntuosidad de Veronés, que incluso pone un conjunto musical de cámara amenizando el banquete nupcial, un lujo descomunal, absolutamente anacrónico con la época de Jesús, y ocupando el centro del cuadro presenta a Jesús y a su Madre con más protagonismo que los propios novios.
Les dejo con la riqueza artística de estos cuadros (y alguna escultura románica) que he seleccionado para que nuestros sentidos y nuestra sensibilidad artística disfruten.
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