EN PRESENCIA DE ANÁS.-JAMES TISSOT.-S. XIX
Los empujones, los malos tratos y las caídas le hacían sentirse mal, pero no lo daba a entender. Aguantaba. Su silencio era total. Absoluto. La comitiva se dirigió a casa de Anás, el antiguo sumo sacerdote. 'Lo condujeron a casa de Anás, el cual era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: -Conviene que muera un solo hombre por el pueblo'. (Jn. 18, 13-14).
NEGACIONES DE PEDRO.-CARAVAGGIO.-BARROCO
Este discípulo que era conocido por el sumo sacerdote, entró al mismo tiempo que Jesús, en el patio interior de la casa del sumo sacerdote. Pedro, en cambio, tuvo que quedarse fuera, a la puerta, hasta que el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera y consiguió que lo dejasen pasar'. Pedro dio unos pasos por el patio buscando un lugar donde poder divisar al Maestro y ver si podía hacer algo, sin levantar sospechas. La mujer que lo dejó pasar sintió curiosidad por distinguir de quién se trataba, ya que le habían autorizado a pasar.
'La portera preguntó a Pedro: -¿No eres tú uno de los discípulos de ese hombre? Pedro le contestó: -No. No lo soy. Como hacía frío, los criados y la guardia habían preparado una hoguera y estaban en torno a ella calentándose'.
Jesús fue llevado a su presencia a empujones. Anás, sentado sobre una tarima, estaba acompañado por unos consejeros. Cuando lo tuvo ante él, lo miró de arriba a abajo, con desprecio. Aunque ya tenía preconcebido a grandes rasgos por dónde iba a llevar el interrogatorio de Jesús, no tenía ninguna prisa. Se regodeaba pensando en que lo iba a obligar a contradecirse mediante sus preguntas y acusaciones. Jesús no había asistido a ninguna escuela 'oficial' de formación y sin embargo quienes lo trataban le llamaban 'rabí'. ¿Con qué autoridad hablaba a los israelitas? ¿Era una nueva religión? Sabía que contaba con el apoyo de falsos testigos que iban a testificar en contra del reo y eso le daba cierta tranquilidad.
‘El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus
discípulos y sobre la enseñanza que impartía.
JESÚS ANTE ANÁS.-JOSÉ MADRAZO Y AGUDO.-NEOCLASICISMO
Jesús declaró:
- Yo he hablado siempre en público. He enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. No he enseñado nada clandestinamente. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a mis oyentes, y ellos podrán informarte’.
JESÚS ANTE ANÁS.-JOSÉ MADRAZO Y AGUDO.-NEOCLASICISMO
Jesús declaró:
- Yo he hablado siempre en público. He enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos. No he enseñado nada clandestinamente. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a mis oyentes, y ellos podrán informarte’.
La serenidad de Jesús en la respuesta desconcertó a Anás. Éste pensaba que iba a tenerlo a sus pies pidiendo clemencia o intentar rebatirlo. Cualquier cosa menos aquella contestación. Momentáneamente se aturdió. ¿Qué hacía? Lo que estaba diciendo era cierto, pero no lo podía reconocer oficialmente. Una vez que lo tenían a su merced había que aprovechar hasta lo más insignificante para quitárselo de encima. Pensaba rápido para salir cuanto antes de la situación en la que se encontraba y del caos que había en su interior ante aquel Nazareno, que parecía ser realmente el dueño de la situación.
Inesperadamente le vino la ayuda por parte de uno de los guardias que sujetaban a Jesús, siempre pendientes de cualquier cosa, por indigna que fuese, pero que agradase a sus superiores para 'ganar méritos' ante sus ojos. 'Al oír esta respuesta, uno de los guardias que estaba junto a él, le dio una bofetada diciéndole: -¿Cómo te atreves a hablar así al sumo sacerdote? La violencia del bofetón tiró a Jesús por el suelo. Los que rodeaban al reo lo 'ayudaron' a ponerse en pie de malas maneras, entre burlas, insultos y empujones. Con la cara y el ojo hinchados y la boca ensangrentada a consecuencia del impacto contra el suelo, le respondió con una entereza que sorprendió a todos los presentes: 'Si he hablado mal, demuéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?' El autor de la bofetada miró hacia otro lado volviendo la cara. Nada podía decir. Una vez más, Jesús, aun estando cautivo, continuaba siendo el dueño de la situación presentando argumentos absolutamente irrebatibles. Era totalmente libre ante las respuestas que iba dando aunque pudieran perjudicarlo. El ambiente hostil ante el que se encontraba no influía en nada de lo que tuviera que decir. Y eso podría resultar peligroso.
Así lo intuyó Anás. Vio que la situación se le escapaba de las manos y para evitar males mayores, que tarde o temprano acabarían por ponerlo en evidencia, tomó una resolución: 'Entonces Anás lo envió, atado, a Caifás, el sumo sacerdote'. (Jn. 18, 13-27).
Pedro estaba impaciente. Juan tardaba en llegar y no sabía qué estaría pasando con el Maestro. Y la pregunta de la portera diciendo que era discípulos del reo le había producido una desazón que desembocaba en un nerviosismo al que no estaba acostumbrado. La tranquilidad de las jornadas pesqueras en el mar de Galilea estaban ya muy lejanas.
NEGACIONES DE PEDRO.-GERARD SEGHERS.-BARROCO.
Lo cogió totalmente desprevenido. Se le nubló la vista momentáneamente y notó ganas de vomitar. Sus propios nervios le llevaron a una reacción de la que más tarde se arrepentiría, a pesar de estar previamente advertido: 'Y por segunda vez negó con juramento: -Yo no conozco a ese hombre'.
Intentó salir de aquel círculo pero fue en vano. Todo estaba cerrado y controlado, pero aun así intentó zafarse de aquellas personas, quedarse solo y esperar a Juan, pero si tardaba mucho, se marcharía. Ya le estaban observando demasiado y algo muy parecido al miedo, comenzó a adueñarse de él. No se dio cuenta cómo 'se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron: -No hay duda de que tú eres uno de ellos; se te nota el acento'.
Ya no pudo más. Se veía perdido. Totalmente fuera de sí 'se puso a echar imprecaciones y a jurar: -¡No conozco a ese hombre!' (Mt. 26, 69-75).
TERCERA NEGACIÓN .- CARL BLOCH .- REALISMO DANÉS
Se giró casi con violencia para volver a gritar a sus acusadores que lo dejaran en paz. No pudo. Al girarse, su mirada se cruzó con la mirada de su Maestro y amigo que lo llevaban a presencia de Caifás. Quedó mudo. En brevísimos instantes se oyó el canto de un gallo. Entonces recordó el vaticinio de su Maestro sobre sus negaciones: 'Antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces'. Y echó a correr sin una dirección determinada. Una oscura callejuela recogió su cuerpo cuando se tendió en el suelo sin cesar de llorar con amargura y con una tristeza infinita.
Su llanto, en su desesperación,le hacía dar puñetazos contra el suelo que lo acogía. ¿Dónde estaban aquellas bravas promesas de morir por Jesús si era necesario, antes que abandonarlo? ARREPENTIMIENTO DE PEDRO.-GERARD SEGHERS.-BARROCO
Y dentro de su rabia incontrolada por lo que él consideraba una traición a su Maestro, le hizo recordar todos Los sucesos acaecidos desde la noche que todos juntos estuvieron reunidos en el cenáculo para celebrar la pascua, hasta este instante.
¿Cuánto tiempo permaneció allí? No lo sabía. Intentó ponerse de pie y fue inútil.Todo le daba vueltas. El griterío que oía proveniente de la casa de Caifás lo devolvió a la realidad. No podía quedarse eternamente en aquel callejón. Sacando fuerzas de flaqueza marchó, como pudo, a buscar a Juan o a cualquiera de los otros discípulos. Y les contaría, ¡sí, se lo contaría!, toda su cobardía e indignidad. Pero después...
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