ANTE CAIFÁS.-TALLER DE FRANS FRANCKEN.-BARROCO
Un brusco empujón lo sacó de sus pensamientos. Un guardia del Templo se encargó de ello de forma brutal. Jesús era un reo y, como tal, no tenía derecho a nada y constantemente iba soportando en silencio esos tratos vejatorios.
Los miembros del Sanedrín habían ido llegando. Unos sabían por qué los llamaban. Otros, los menos, no lo sabían, pero cuando los llamaban a esas horas de la madrugada era porque se trataba de algo importante.
Caifás estaba en un sillón situado sobre una tarima de dos escalones, como le correspondía por ser ese año el Sumo Sacerdote. En su cara se reflejaba la impaciencia y el odio visceral hacia aquel presunto Rabí que tenía alborotado a todo el pueblo. Esto les había traído muchos problemas, pues aunque se daba cuenta de que cuanto decía era cierto, suponía un serio peligro para el orden y el poder establecido que amenazaba con que el pueblo reaccionara y pudieran llegar a tener problemas con Roma. Y eso no lo podían permitir. Era necesario quitar a Jesús de en medio de forma permanente y para ello no dudó en aconsejar a los suyos 'que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida'. (Jn. 11, 50). A partir de ese instante se había dedicado junto con otros sacerdotes y escribas de su absoluta confianza a preparar todo lo necesario para capturarlo, amañar un juicio para el que se necesitarían testigos, verdaderos o falsos era lo menos importante, y enfocar el juicio hacia una sentencia de muerte.
Además, cuando el reo llegara a su presencia ya estaría desanimado y sin fuerzas por las humillaciones y malos tratos recibidos. Sí. Sería un juicio rápido y sencillo, ya que con gran parte de los componentes de Sanedrín podía confiar por haberlos 'preparado' con anterioridad.
Sin embargo estaban tardando demasiado y él comenzaba a ponerse nervioso. Anás, que se incorporaba en ese momento, intentó calmarlo. En uno de sus interminables paseos de espera, de las tantas veces que se asomó al atrio, vio venir la comitiva que traía a Jesús. A pesar de la multitud que había era fácil distinguir dónde estaba, porque allí se aglomeraban cuantos querían darle algún golpe, vociferar algún improperio o escupirle en el rostro.
Cuando la comitiva entró en el atrio, los componentes del Sanedrín ya estaban sentados en forma de semicírculo. Jesucristo fue empujado con violencia al centro del mismo. Alguien le puso su pie delante de los suyos en el empujón y cayó al suelo entre la hilaridad de los asistentes. Cuando se levantó, un leve hilo de sangre resbalaba por la comisura de sus labios.
Caifás miró la escena complacido. Ya lo tenía. Ahora lo agobiaría con preguntas para aturdirlo y el resto no costaría nada. Jesús comenzaba a incorporarse. Cuando lo consiguió, se encontró frente al Sumo Sacerdote que lo miraba de arriba a abajo. Al mirarlo a la cara se tropezó con la mirada digna y serena de Jesucristo quedando desconcertado por semejante serenidad. No pudo resistir aquella mirada y la desvió hacia la multitud que esperaba el interrogatorio. ¿Qué le estaba pasando? Pero su turbación solamente duró unos pocos segundos. Necesariamente tuvo que sobreponerse a ella. ¿Cómo iba a permitir que el odiado galileo pudiese más que él. sumo Sacerdote del Templo?
Y el juicio comenzó. Caifás fingió leer las acusaciones que tenía contra Jesús e inició un interrogatorio que no tenía fin, vociferando preguntas rápidas sin espacio para las posibles respuestas.
En ocasiones terminaba con la excusa de que no oía sus respuestas, pero el reo se mantenía con la mirada baja y en un sereno silencio. Esta actitud lo enfureció todavía más: '¡Habla! ¿No oyes lo que te pregunto?' La respuesta fue un silencio sepulcral por parte de Jesús del que se contagiaban los presentes. El pontífice se encontraba a sí mismo cercano al ridículo y esto le impulsó a preguntarle: 'Cuando hablabas al pueblo en el Templo o en los montes no permanecías silencioso. ¿Por qué no me respondes a mí, ¡al Sumo Sacerdote!'
Jesucristo fue levantando muy despacio su cabeza hasta mirar de frente y a los ojos al presidente del tribunal. Su ojo derecho estaba hinchado y casi cerrado a consecuencia del puñetazo propinado por un esbirro ante Anás. Aun así Caifás se estremeció a su pesar, totalmente desconcertado por el aplomo, dignidad y gallardía del reo, el cual continuó sin despegar los labios.
Los miembros del Sanedrín ya daban muestras de impaciencia porque no se adelantaba nada. El presidente se estaba dejando llevar por su animadversión hacia el galileo que estaban juzgando y en la práctica estaba quedando como algo personal contra el reo.
JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
'Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban falsos testimonios contra Jesús para condenarle a muerte, pero no los hallaban, aunque se habían presentado muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos que dijeron: -Este ha dicho "Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reedificarlo". Se hizo el silencio al escuchar semejante acusación. Lo tomaron al pie de la letra y nadie podía entender el auténtico significado de aquella frase de Cristo.
El mismo pontífice se cogió a esa acusación porque se dio cuenta que podía hacer una acusación formal. Así pues, 'levantándose el pontífice, le dijo: -¿Nada respondes? ¿Qué dices a lo que éstos testifican contra ti? Pero Jesús callaba, y el pontífice le dijo: Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios'. Ante esa pregunta, todos los miembros del tribunal y cuantos asistían al juicio, callaron. Un denso silencio envolvía la estancia y todos los ojos convergieron en Jesús. Esperaban su respuesta con ansiedad.
MOSAIKO.-n-p-shakhovskoy
Jesús, por su parte, ya no podía permanecer más en silencio. En nombre de su propio Padre le pedían que dijese si realmente era el Hijo 'en quien tenía puestas sus complacencias' (Mt. 3, 17) el Padre. Y habló. Con voz majestuosa, serena,trascendente, que a todos conturbó, le dio esta respuesta: 'Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo'. Aquello ya fue demasiado.Jamás hubiera pensado Caifás que le iba a dar semejante respuesta, pues aquello significaba que estaba delante del mismísimo Dios, como realmente así era, pero eso nadie lo podía admitir.
'Entonces el pontífice rasgó sus vestiduras diciendo: -Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Que os parece? Ellos respondieron: -Reo es de muerte'.
CAIFÁS SE RASGA LAS VESTIDURAS.-GIOTTO.-RENACIMIENTO
La sentencia estaba dictada. Si antes no había miramiento alguno, ahora la crueldad iba a desatarse de manera inmisericorde. 'Entonces empezaron a escupirle en el rostro y a darle puñetazos, y otros le herían en la cara, diciéndole: -Profetízanos, Cristo, ¿quién te hirió? (Mt. 26, 59-68).
Mientras Jesús quedaba magullado, malherido, vilipendiado,...los miembros del tribunal se retiraron a deliberar, pues no tenían autoridad para matar a nadie. Tras un conciliábulo, no muy largo, decidieron remitir al reo al procurador romano Poncio Pilatos para forzar la confirmación de la sentencia dictada.
JESÚS ESCARNECIDO.-JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
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