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arte

Un peregrinaje vergonzoso y doloroso (III).-31-05-2015

Posted by Caminante y peregrino

GIOTTO DI BONDONE.-RENACIMIENTO
      'Entonces el pontífice rasgó sus vestiduras diciendo: -Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece? Ellos respondieron: -Reo es de muerte'. Las cuatro últimas palabras parecieron perforar los oídos de Juan, el discípulo amado del Maestro. Pensó que no había entendido bien lo que dijeron o acaso que estaba soñando a causa de las emociones del día. Pero no. Las palabras que su amigo dijo tiempo atrás le llegaron nítidas al cerebro: 'Es preciso que el Hijo del hombre padezca mucho y sea rechazado de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y que sea muerto y resucite al tercer día'. (Lc. 9, 22). Sí. Ahora encajaba todo. Jesús tenía previsto que aquello tenía que pasar más pronto o más tarde y fue preparándolos poco a poco para cuando llegara el momento, pero ellos no supieron entenderlo. Pero, ¿y María? ¿En los momentos de intimidad con su Madre se lo habría dicho?
      ¡¡¡María!!! Seguramente ella no conocería lo que estaba ocurriendo y alguien podía decírselo, porque alguno de los que estaban en contra de su Hijo podría hacerlo y quizá de mala manera, incluso insultante, y eso todavía sería peor para el sufrimiento de la Madre. No lo pensó dos veces. Buscó a Pedro con la mirada para decirle dónde iba, pero se tropezó con la mirada de Jesús que le hizo un imperceptible gesto de afirmación con la cabeza. Estaba seguro de que solamente él había notado ese gesto con el que el Maestro le había dado a entender que aprobaba su decisión. Volvió a mirar a Jesús pero éste ya caminaba hacia el calabozo en el que aguardaría ser conducido a presencia del Procurador romano Poncio Pilatos.
      Serían alrededor de las cuatro de la madrugada pero no debía esperar más. ¿Dónde estaría? A esas horas no quedaría nadie en el cenáculo donde unas horas antes habían vivido aquella cena pascual inolvidable, pero, ¿dónde ir? A su cabeza acudieron infinidad de lugares, pero al final hubo uno en el que pensaba con mayor insistencia: Betania.
      El Maestro y cuantos iban con Él siempre eran especialmente bien recibidos, y ahora, a pesar de la profunda amistad que Jesús y su Madre tenían con Marta, María y Lázaro, desde que rescató de las garras de la muerte a este último, tras estar cuatro días enterrado, el profundo agradecimiento que  tenían les había hecho nacer el deseo de que pasara la noche en su casa.
     Sin dudarlo se puso en camino con la seguridad absoluta de que Jesús aprobaba esa decisión. Caminaba con paso rápido que alternaba, en algunos momentos, con una carrera. La luna, brillante, le alumbraba el camino. La luna, brillante, le mostró la silueta del lugar  de su destino. La luna, brillante, le hizo ver, casi adivinar, una silueta femenina que, en pie, parecía estar esperándole.
      - Juan, ¿y mi Hijo?
   - ¡María...! -Juan se había quedado sin palabras por la sorpresa. No esperaba su encuentro con la Madre de esa manera,porque...daba a entender que sabía algo. Solamente se le ocurrió decirle algo que era obvio.
ANTE CAIFÁS.-MATTIAS STOM.-BARROCO
    - Lo han cogido. Judas dirigió a los sacerdotes, escribas y guardias del Templo al huerto de Getsemaní. Parece ser que había quedado con ellos que cuando lo besara lo cogieran, como así hicieron. ¡Jamás hubiera podido pensar que Judas hiciera algo semejante...!
      - Pero Él sí que lo sabía. Conocía que había llegado el momento de realizar su Misión. ¿Dónde está ahora?
Juan, a pesar de que sabía que debía decírselo todo, le imponía mucho respeto hacerlo por el dolor que iba a causarle, pero era necesario: 
      - Lo llevaron ante Anás. Fue interrogado pero solamente abrió la boca para responder una de las preguntas. Eso le valió un golpe en la cara que lo echó al suelo. Como Anás se dio cuenta que no iba a conseguir nada, optó por enviarlo a Caifás. Allí...
      - Allí fue todo peor, ¿verdad?
     Según se iba desarrollando el diálogo fueron llegando varias personas: María la de Cleofás, Marta y sus hermanos María y Lázaro así como María Magdalena, que no perdían ninguna de las palabras de Juan, el cual continuó su relato:
      - Así es. Caifás tenía preparadas muchas preguntas, pero tu Hijo se mantuvo en un hermético silencio. Escuchaba las acusaciones que le hacían, todas falsas, pero no respondía nada, lo cual ponía muy nervioso al Sumo Sacerdote, pero cuando se dio cuenta que las acusaciones no conseguían hacerlo hablar, lanzó una pregunta a la que no podía dejar de responder...
      - '¿Eres tú el Mesías, el hijo de Dios?' -dijo María con la cabeza levemente inclinada.
     - ¡¡Sí!! ¿Cómo lo sabías? -respondió Juan totalmente sorprendido.
     - No. No lo sabía, pero intuía que se lo iban a preguntar. Ahora ya sé con certeza absoluta que ha llegado su Hora y todos hemos de estar preparados.
      Se hizo el silencio.Las mujeres se miraron entre ellas y María, la de Cleofás, le susurró al oído de la Madre de Jesús:
VIRGEN MARÍA Y MARÍA, LA DE CLEOFÁS
      - María. Estamos contigo y con tu Hijo. Te acompañaremos a donde vayas tú y Jesús. Ten mucho ánimo porque sola no vas a estar.
      El rostro de María dejó entrever que que estaba surcado por unas lágrimas. Miró a su pariente con mirada profundamente agradecida, aunque muy triste, y le respondió:
     - Gracias. Gracias a todas. Vamos donde nos indique Juan. -Dirigiéndose al discípulo le pidió:
      - Llévanos donde está Él.
     Juan asintió con la cabeza. El grupo de mujeres lo encabezaba él, que caminaba junto a la Madre. Esto le permitió oír los sollozos y suspiros que daba a pesar de que procuraba disimularlos, pero su oración permanente, continua, intensísima, preñada de una inmensa fe en el Padre, nadie la podía conocer. Solamente el Padre. Y ella misma. Era su propia intimidad la que se dirigía hacia quien sabía que la escuchaba y acogía, como acogía y escuchaba la que, con toda seguridad, su Hijo le estaría dirigiendo en estos durísimos momentos, cruciales para la Humanidad. Lo sabía. Y casi podía escucharla desde su propio corazón. La Fe de la Madre y del Hijo era el nexo de unión entre ellos en esos momentos trascendentes.
      En el trayecto se cruzaron con gentes que iban comentando los sucesos, unos a favor y otros en contra, pero que a nadie dejaban indiferentes. 
VIRGEN MARÍA CON JUAN EVANGELISTA Y SANTA MUJERES.-VALDÉS LEAL.-BARROCO
      Cuando se dieron cuenta, estaban en el patio de la casa de Caifás. María miraba con ansiedad la puerta, que al cabo de unos momentos se abrió. La mirada de todos se concentró en la persona que salía, pero quedaron atónitos al contemplar la figura de un Pedro roto, desconocida para ellos: descompuesto, muy asustado, con ojos espantados,...No daban crédito a sus ojos. ¿Qué le pasaba? María se le acercó. Por una parte quería que le diera noticias de Jesús. Por otra quería conocer l motivo por el que se encontraba en ese estado.
        - Pedro, ¿qué te sucede? ¿Qué sabes de mi  Hijo?
    - ¡María! Jesús está sufriendo mucho. Lo han maltratado y lo han condenado a muerte. En cuanto a mí, ¡déjame! No soy digno de su amistad ni de la tuya. ¡Lo he negado tres veces! Yo que quería morir con Él, he negado conocerlo, como me anunció que haría. Me marcho. No soy digno de vosotros...
SAN PEDRO LLORA ANTE LA VIRGEN.-IL GUERCINO.-BARROCO
      María lo retuvo cogiéndolo del brazo. Se daba cuenta que había sido un momento de debilidad ocasionado por las circunstancias y por el miedo que todos los demás discípulos,en mayor o menor grado, tenían. Le vino a la memoria, inconscientemente, el profeta Zacarías: 'Álzate, espada, contra mi pastor y contra mi ayudante, oráculo del Señor todopoderoso. Hiere al pastor y se dispersarán las ovejas, yo golpearé incluso a los débiles'. (Zac. 13, 7). Con una voz trémula por la emoción dela noticia que le había dado, aún tuvo fuerzas para intentar consolar al buen Pedro.
      - Pedro, Pedro, no digas eso. Él te está necesitando igual que a nosotros. Es necesario mantenernos unidos y pedir al Padre que le dé fuerzas para cumplir su Misión...
      Pedro cayó de rodillas ante María llorando de vergüenza y de remordimiento. María puso su mano sobre su cabeza y el llanto de ambos se entremezcló con el de quienes acompañaban a la Madre de Jesús. De repente Pedro se levantó y se alejó corriendo hacia la oscuridad de las callejuelas. A la pena de María, se unió la de ver al buen Pedro huir hacia ninguna parte. Y también rezó por él.
      Después vieron salir a gente que ya se retiraba, dejando abierta la puerta. María hizo ademán de ir hacia ella y Juan la ayudó y la llevó cerca de donde estaba Jesús, al cual oyeron orar en voz alta. De la impresión que tuvo al oírlo, su Madre sufrió un vahído. Magdalena y María, la de Cleofás, la sujetaron. La impresión había sido demasiado fuerte, pero inexplicablemente se sobrepuso y con una voz muy débil dirigió una oración a Dios. Intentó levantarse con la ayuda de Juan y de las otras mujeres, se dirigió hacia otro lugar. Sin pretenderlo comenzó a meditar en los malos tratos que habrían dado a su Jesús de palabra y de obra y nuevamente perdió la conciencia muy brevemente.
      Algunos de los presentes la miraban y algunos reconocieron en ella a la Madre del Reo. Nadie osó decir nada e incluso alguno sintió compasión por ella. Desde el silencio reinante, se oía la voz de Jesús dando gracias a su Padre por el nuevo día que nacía, porque en él se iban a cumplir todas las profecías de los Profetas y quedaría restaurada la normalidad entre Dios y la Humanidad.
PRISIÓN DE JERUSALÉN, DONDE SEGÚN LA TRADICIÓN ESTUVO PRESO JESÚS

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