SENTENCIA DE MUERTE DE JESÚS.-JAMES TISSOT.-S. XIX - XX
El Sanedrín había conseguido su objetivo. El procurador romano le había entregado a Jesús para ser crucificado según sus propósitos, tras la pantomima de lavarse las manos dando a entender que él no tenía nada que ver con aquella muerte. Los príncipes de los sacerdotes se regocijaban de la sentencia.
La plaza estaba estratégicamente rodeada de legionarios romanos que mantenían a raya a la multitud de judíos que habían pedido gritos la muerte de Jesucristo. Pilatos se puso los vestidos propios para emitir oficialmente la sentencia que proclamaba la condena a la cruz del reo, desde el litóstrotos.
María, la Madre de Jesús, había intentado estar lo más próxima posible a su Hijo y esto le había permitido oír la injusta sentencia proclamada por Pilatos. Al darse cuenta de lo que eso significaba, sufrió un vahído y cayó al suelo. Juan y las mujeres la atendieron de inmediato y poco a poco fue recobrando la consciencia. Cuando recordó lo que iban a hacerle a su Hijo, un amargo llanto exteriorizó el infinito sufrimiento de su alma. Unos judíos próximos a ella se preguntaron: '¿Quién es esa mujer que llora de esa manera? Uno de los presentes que conocía a María desde hacía tiempo por verla con Jesús, le respondió: 'Es la Madre del Nazareno, el condenado a la cruz'. Juan se dio cuenta que hablaban de ellos y aguzó el oído. Al oír que hablaban de la Madre les dijo a las mujeres: 'Vámonos de aquí. Es preciso que se reponga María y este ambiente no la va a ayudar'. Entre todos la ayudaron a caminar y se dirigieron a un lugar seguro.
Esto les impidió ver cómo le colocaban a Jesús sus vestiduras tras retirarle, de malos modos, la túnica roja que le habían puesto para escarnecerlo.
JAMES TISSOT .- S. XIX - XX
Con los tirones que dieron para quitársela abrieron alguna de sus heridas provocándole nuevos dolores. Obedeciendo las órdenes de unos soldados romanos componentes de la comitiva que iba a cubrir el trayecto hasta el Calvario, Jesús se dirigió a tomar su cruz. Otros soldados le ayudaron a tomarla y se la colocaron sobre el hombro, viendo el mal estado físico en que tenía. El Salvador se tambaleó al recibir aquel peso sobre su persona, pero sobreponiéndose, inició la dura marcha, unos 600 metros de recorrido, sobre un terreno accidentado y cuesta arriba, teniendo serias dificultades para caminar, para respirar, probablemente con fiebre alta y soportando el intensísimo dolor de las heridas que tenía por todo el cuerpo, hasta llegar a su destino.
Un contingente de soldados tenía la misión de controlar todos los lugares por donde debía pasar la comitiva con los tres condenados: las calles, los cruces de las mismas, las casas,...
UGOLINO DI NERIO .- GÓTICO
Incluso personas que estarían a lo largo del trayecto, para satisfacer su curiosidad, unos; para continuar insultando y vejando a los reos, otros. Y no faltaba un núcleo mínimo de personas que, de alguna manera, lamentaban lo injusto de la condena de Jesús porque lo habían acompañado en algunas ocasiones y lo habían oído predicar, reconociendo en Él algo más que un profeta.
La comitiva la formaban dos filas de legionarios a ambos lados del trayecto y marchando al frente de ellos, un centurión romano a caballo. Los reos iban por en medio de la calle y de vez en cuando recibían alguna piedra, bolas de barro o desperdicios de comida, además de insultos y burlas. Unos soldados marchaban delante de los condenados portando unas tablas en las que se podía leer el motivo de la crucifixión. Jesús, doblado por el sufrimiento, por el dolor físico y por el peso del madero, caminaba arrastrando los pies. Aunque intentaba esquivar las piedras, fango o cualquier cosa que supusiera un nuevo impedimento en su camino, no pudo ver un charco de barro que le obligó a caer al suelo. Inevitablemente la cruz le cayó encima provocándole nuevos lamentos y dolores que no pudo evitar.
JAMES TISSOT .- S. XIX - XX
Unos soldados se dirigieron donde había caído ordenándole que se levantara con la ayuda de los puntapiés que le daban. Dándose cuenta el centurión de lo que estaban haciendo y del estado del reo, movido a compasión ordenó a sus subordinados: '¡Quietos! Tomad a ese hombre y ayudadlo a ponerse en pie. Debe llegar vivo al Calvario y os hago responsables de que así sea'. No tuvieron más remedio que obedecer y ayudaron a ponerse en pie a Jesús aunque no les hiciera mucha gracia. Y nuevamente se pusieron en camino.
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