CRISTO MUERTO.-.PHILIPPE DE CAMPAIGNE .-S. XIX
A nadie de cuantos habían estado presentes se les podía quitar de la cabeza la imagen del Maestro puesto en el sepulcro, rígido, con las abundantes señales de la Pasión que aunque habían comenzado a limpiarlas, todavía quedaba mucho por hacer, además de acabar de embalsamarlo. Juan, cuando alguno de los presentes le preguntaba algún detalle de la crucifixión, le respondía amablemente, pero era obvio que no le apetecía en absoluto contar nada.
'Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a ungirle'. (Mc.16, 1). 'Acabad de preparar los perfumes y los ungüentos que podamos necesitar. Juana, asegúrate que tenemos suficiente aceite de las lámparas que necesitamos para alumbrar el sepulcro'. Salomé había sacado a Juana de su ensimismamiento devolviéndola a la cruda y triste realidad. Sí. Las primeras luces del tercer día de la muerte de Jesús estaban apareciendo y debían terminar cuanto antes aquella misión.
'Muy de madrugada el primer día después del sábado, en cuanto salió el sol, vinieron al monumento'. (Mc.16, 2). Se cubrieron, pues, con sus mantos, tomaron los frascos con lo que habían comprado y salieron a la calle. Poco después las siguieron otro grupo de mujeres para ayudarlas en su misión. La mañana era fría y se taparon bien para combatirlo, aunque realmente eso era lo que menos les interesaba. Lo importante era llegar cuanto antes al sepulcro. En el camino iban comentando cómo harían su trabajo cuando llegasen a su destino y una duda surgió: 'Se decían entre sí: ¿Quién nos moverá la piedra de la entrada al monumento? (Mc. 16, 3).
La duda era más que razonable. Para cerrar la entrada habían hecho falta unos hombres fuertes que hicieran rodar la piedra, pero ellas estaban seguras de no poder hacer ese trabajo. La sombra del desánimo hizo acto de presencia un breve instante, porque María la de Santiago se encargó de hacerla desaparecer. Haciendo sonar las monedas de una bolsa no muy grande les dijo: 'No os preocupéis. Les pediremos a los guardias que nos ayuden y si se niegan o ponen excusas les daremos algo del dinero que he traído. Ya veréis como sale bien'.
Así iban hablando y frente a ellas, aunque algo lejano, vieron como un relámpago extraordinariamente luminoso, a la vez que se producía un fuerte trueno y temblaba el suelo. Se pararon, pero pensaron en la posibilidad de que hubiera pasado algo en el sepulcro de Jesús y apresuraron el paso. Efectivamente 'algo' había pasado: 'Sobrevino un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo y acercándose removió la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Era su aspecto como el relámpago y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él temblaron los guardias y se quedaron como muertos'. (Mt. 28, 2-3).
MARÍA MAGDALENA Y LAS STAS MUJERES EN LA TUMBA DE XTO.-JAMES TISSOT.-S.XIX-XX
Cuando llegaron las mujeres, jadeantes por el esfuerzo hecho para llegar cuanto antes, se encontraron con los soldados desvanecidos, pero el personaje que estaba frente a ellas mirándolas fijamente las asustó sobremanera. No podían imaginarse ni remotamente que fuese un ángel ni tampoco lo que allí había ocurrido. 'El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: -No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. Id luego y decid a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; allí le veréis. Es lo que tenía que deciros'. (Mt. 28, 2-7).
SANTAS MUJERES EN EL SEPULCRO CON UN ÁNGEL.-BERNARD PLOCKHORST.-S. XIX - XX
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