Cleofás continuó: 'Cuando nos dimos cuenta habíamos llegado a Emaús y Él hizo ademán de seguir su camino, pero le ofrecimos quedarse con nosotros porque estaba anocheciendo. Ahí comenzó nuestro descubrimiento, porque al ponernos la cena tomó el pan, lo bendijo, lo partió y nos lo dio. Al alargar las manos para que lo cogiéramos, nos dimos cuenta que en sus muñecas había unas llagas ya curadas de haber estado atravesadas por clavos. Nos dimos cuenta inmediatamente que era el Maestro que nos estaba dando su propio testimonio de haber resucitado. Cuando quisimos abrazarlo, desapareció'.
Paró unos instantes y prosiguió: 'Era necesario que volviéramos para contaros lo sucedido y que todos tuviéramos la seguridad total de la Resurrección'. Todos seguían mirándoles como si estuvieran deseando que les contaran más cosas, pero... DEL PARSON.-S. XX 'Mientras esto hablaban se presentó en medio de ellos y les dijo: -La paz sea con vosotros'. (Lc. 24, 36). El estupor y la sorpresa les sorprendió a todos. 'Aquella voz...! La habían oído muchísimas veces. Sabían a la perfección de quién era, pero no acertaban a reaccionar. 'Aterrados y llenos de miedo creían ver un espíritu'. (Lc. 24, 37). No atinaban a decir nada porque la misma sorpresa o el temor de los días pasados se lo impedía. Jesús sonrió y nuevamente se dirigió a ellos: '¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón esos pensamientos? Ved mis manos y mis pies que soy yo. Tocadme y ved que el espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies'. (Lc. 24, 37-40).
Pero no terminaban de reaccionar. La alegría era demasiado grande. Tanta, que no terminaban de creer que su Maestro, después de lo que habían visto, estuviese de nuevo entre ellos. 'No creyendo aún ellos, en fuerza del gozo y de la admiración, les dijo: -¿Tenéis algo que comer? Le dieron un trozo de pez asado, y tomándolo, comió delante de ellos'. (Lc. 24, 41-43).
Nadie pudo reprimirse más. Desde Pedro hasta el último de cuantos allí estaban fueron a abrazarlo y a pedirle que no se marchase. Que se quedase con ellos. Jesús acentuó su sonrisa al ver la sincera alegría que a todos desbordaba por estar juntos de nuevo. Jesús continuó diciéndoles:
DUCCIO DI BUONINSEGNA.-GÓTICO
'Esto es lo que yo os decía estando aún con vosotros, que era preciso que se cumpliera todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos sobre mí. Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escrituras, y les dijo: -Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se anunciará a todas las naciones, comenzando por Jerusalén, la conversión y el perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas. Por mi parte os voy a enviar el don prometido por mi Padre. Vosotros quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza que viene de lo alto'. (Lc. 24, 44-49).
Mientras Jesús les hablaba había un profundo silencio en la sala. Eran las primeras palabras, las primeras instrucciones que el Maestro les daba después de resucitado. Algunos se arrepentían de no haber hecho caso de las mujeres cuando les anunciaron la Resurrección de su amigo. Él los iba observando mientras les hablaba y sí, eran no solamente sus discípulos, sino también, como siempre había sido, sus amigos. 'Y añadió: -Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. Sopló sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá'. (Jn. 20, 21-23).
Unos momentos después, Jesús desapareció de sus presencia dejándolos entristecidos, dentro del gozo que habían experimentado de estar con Él, sabiendo que ya viviría para siempre. Era una esperanza que todos ellos llevaban en su corazón, porque tenían la certeza de que lo volverían a ver.
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