LA ÚLTIMA CENA.-VASILI NESTERENKO.-S. XX
Todos eran esclavos de su emoción, de sus recuerdos y de sus pensamientos. Juan no podía dejar de pensar con las palabras que le martilleaban las sienes: 'Esta es la copa de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros'. (Lc 22, 20). Intuía, incluso creía estar en lo cierto, que en esa frase les había transmitido tres mensajes: con la expresión 'la nueva alianza' les estaba diciendo que lo antiguo quedaba como pasado, como recuerdo, como base de lo ahora iba a suceder. Automáticamente recordó a Isaías: 'Lo antiguo ya ha sucedido, y algo nuevo yo anuncio. Antes de que brote os lo hago oír'. (Is. 42, 9). Y era su Maestro y Amigo quien iba a llevarlo a efecto. Iba a hacerlo todo nuevo, pero ¿cómo?
LA COPA DE LA NUEVA ALIANZA
Como un rayo llegó la contestación en la segunda parte de la frase: 'sellada con mi sangre'. ¿Qué estaba diciendo? ¿Nos indica que lo van a matar...? ¡No puede ser! Imposible. Sin embargo...el final de la expresión no dejaba lugar a duda alguna: 'que se derrama por vosotros'. ¿Por nosotros? ¿El Mesías va a morir por nosotros? ¿Por todos los hombres? Siendo Hijo de Dios, ¿cómo es posible que muera?
Su cuerpo se estremeció al pensar esa posibilidad. En apenas unos segundos había analizado su significado. Una terrible melancolía se apoderó de él y no se le ocurría nada para evitarlo. Necesitaba comunicar su descubrimiento a alguien con la esperanza de que le demostrara el error de su pensamiento, pero ¿a quién? JESÚS Y SAN JUAN.-'PASO' DE LA SANTA CENA.- FRANCISCO SALZILLO.- BARROCO.- Los miró a todos buscando al mas conveniente. ¿A Pedro? ¿A Santiago? ¿Andrés quizá? ¿Acaso Felipe o Tomás? En su angustia los vio a todos absortos en sus propios pensamientos. Al levantar la mirada se cruzó con los ojos serenos de Jesús descubriendo en aquella mirada el infinito amor que el Maestro le tenía. El brazo de Jesús le rodeó los hombros y le musitó al oído en un susurro apenas perceptible: 'No temas'.
Después, levantando su voz se dirigió a todos: 'Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos mutuamente. Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois mis discípulos'. (Jn. 13, 34-35). Las miradas de unos se cruzaban con las de otros. Eso era absolutamente nuevo y venía a ser como la plenitud de la Ley de Moisés.
Bartolomé recordó un pasaje del Levítico en el que Yahvéh decía: 'No odiarás a tu hermano, sino que lo corregirás para no hacerte culpable por su causa. No tomarás venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor'. (Lev. 19, 17-18). INSTITUYE LA EUCARISTÍA,. JAMES SEWARD.- S. XX A Mateo le vino a la memoria la expresión que el Maestro había dicho en una de sus enseñanzas: 'No penséis que he venido a abolir las enseñanzas de la Ley y los profetas; no he venido a abolirlas, sino a llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Porque os aseguro que mientras duren el cielo y la tierra la más pequeña letra de la Ley estará vigente hasta que todo se cumpla'. (Mt.5, 17-18). Mateo se levantó súbitamente y se dirigió a Pedro. Lo tomó de los sobacos haciéndole con ello además de levantarlo. Pedro. sorprendido, se levantó pensando que iba a proponerle cualquier cosa pero se encontró con un abrazo que le hizo conmoverse hasta lo más íntimo. Sin pensarlo rodeó con sus brazos a su amigo y los dos sintieron el calor de una fuerte amistad fundamentada en el Amor del Maestro.
Como si hubiesen estado esperando una señal, todos se levantaron y fueron abrazándose mutuamente. Nadie quedó sin ser abrazado. Jesús contemplaba la escena con una leve sonrisa, con tintes de tristeza, que se dibujó en su rostro. Esperó pacientemente a que todos hubieran asumido el significado de aquel gesto de hermandad y amistad.
Cuando todos volvieron a sus sitios respectivos, Jesús siguió dándoles ánimo: 'Mi mandamiento es ése: Amaos los unos a los otros como yo os he amado.Nadie tiene un amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando...No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os eligió a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que pidáis en mi nombre. Lo que yo os mando es esto: que os améis los unos a los otros'. (Jn. 15, 12-17).
JUAN DE JUANES.- RENACIMIENTO
Jesús era un torrente de consejos de enseñanzas, de recomendaciones de amor y de paz que a todos mantenía en vilo. Nadie osaba interrumpirlo. Cuando hacía una pausa, por breve que fuera, todos se miraban entre sí y volvían a mirarlo, a estar pendientes de sus palabras, a observar cualquier ademán que hiciera, sin perder el más mínimo detalle de cuanto hacía y decía. Como haciendo un resumen de cuanto les había dicho, continuó: 'Si permanecéis unidos a mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo tendréis. Mi Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia, y os manifestáis así como discípulos míos'. (Jn. 15, 7-8).
DOMENICO GHIRLANDAIO.- RENACIMIENTO
Esto todos lo entendieron perfectamente: El Maestro quería permanecer siempre con ellos, si bien de forma distinta. Así lo manifestó cuando bendijo el Pan y el Vino asumiendo que debían producir en adelante mucho fruto en su Nombre, como discípulos, para mayor gloria de Dios.
Pero aún debían escuchar otras cosas que quizá los desconcertarían más todavía.
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